Gracies Carles

 Hoy se confirmaba una noticia, que según avanzaba el año, parecía cantada. Carles Puyol, mito viviente del Fútbol Club Barcelona y de la selección española, anuncia que deja el club de su vida a final de temporada.


 Es un día triste para los culés, pero también para todo amante del fútbol. Durante quince temporadas, y capitán las últimas diez, el 5 azulgrana ha defendido la camiseta del club de sus amores. Puyol, quizá uno de los mejores defensas de los últimos tiempos, ha perdido la batalla contra las lesiones. Esa batalla que tantas veces ha ganado, hasta treinta en su carrera, pero que le han obligado a decir basta. Hoy Carles, nos ha anunciado que deja el Barça, sin concretar si seguirá jugando. Lo más probable, es que el capitán blaugrana, se vaya a disfrutar de un fútbol más relajado cómo ha hecho su amigo Raúl en el tramo final de su carrera. Todo parece indicar, que su también amigo Henry, que goza de un retiro dorado en Estados Unidos, lo está esperando con los brazos abiertos. Pero eso es hablar del futuro, que ya solo corresponde a lo que Carles quiera, ahora hablemos de lo que ha sido y de lo que significa. 

 Hace quince años de la mano de Louis Van Gaal, este defensa de imagen aguerrida, debutaba en el primer equipo del Barcelona. A partir de ese momento, comenzaba la leyenda del mejor central de la historia blaugrana. Aunque en sus comienzos, tanto en el Barça, cómo en la selección, jugara de lateral, Puyol se convertiría en uno de los mejores centrales de todos los tiempos. Tras pasar en la era Gaspart la etapa más oscura en cuanto a títulos, llegó Rijkaard para salvar a Puyi y a su amigo Xavi. Desde la llegada del holandés, y ya con Puyol cómo capitán, comenzó la etapa más brillante de la historia azulgrana. Ejemplo de profesionalidad, sacrificio y amor por los colores, Puyol jamás se marchaba del campo sin vaciarse. Pieza fundamental en la era Guardiola, jefe absoluto de la defensa y corazón del equipo. Puyol deja para el recuerdo imágenes cómo su gol en el 2-6, o su cabezazo contra Alemania que metía a la selección en la final del Mundial. Quizá nunca se le ha valorado lo suficiente, pero yo querría en mi equipo a once Puyoles. Carácter, colocación, anticipación, fuerza, potencia y detalles técnicos que nos fue regalando durante años.  

 Cómo ya comenté en otro artículo dedicado a él, cuando se recuperaba de su última lesión, tengo una imagen de Puyol grabada en la retina que resume su carrera. En un Barcelona-Deportivo, un gran pase filtrado de Valerón para Makkay, dejaba al holandés con una carrera de casi 50 metros por delante. Frank de Boer, encargado de marcar a su compatriota, renunciaba a perseguir al delantero deportivista. Sin embargo, y aún sabiendo que jamás podría alcanzarlo, Puyol salió veinte metros más tarde que Makkay para intentar cogerlo. Roy, regateaba con parsimonia al portero barcelonista, mientras al fondo de la imagen se veía a un obús que volvía hacia la portería culé. Un Puyol con la cara desencajada, braceando cual sprinter, desesperado por llegar al holandés. En el mismo plano, se veía a un De Boer que venía trotando. Esa era la diferencia entre Puyol y cualquier otro jugador, el amor propio y la entrega en cada jugada. Makkay terminó rematando a placer a portería, y Puyol terminó su sprint lanzándose desesperado para cortar el balón. Tras una carrera de más de sesenta metros, y sabiendo que no alcanzaría nunca el balón, Puyol lo intentó de todas formas. Otro hubiera desistido y se hubiera parado cómo hizo el bueno de Frank, pero Puyol no es de esa pasta. Nunca se rinde, nunca hay un imposible, nunca para. 

 Con los años, este prodigio físico, del cual nos cuentan que el pilates es el secreto de todo, ha ido mejorando en colocación y anticipación. Puyol llegó a tener una época en la que era prácticamente infranqueable, sino que se lo pregunten a Ronaldo (Nazario) en los derbis, o Ronaldo (Cristiano) en la final de Roma. Al mejor Piqué de la historia, lo hemos visto al lado de su mentor y amigo Puyol. La intensidad que le imprimía al equipo, hacía que su compañero de baile estuviera muy alerta sino quería llevarse una bronca del capitán. Puyol se va del Barça siendo uno de los jugadores más laureados de su historia, sólo superado por su amigo Xavi. Se va el mito que ha levantado sus tres últimas Copas de Europa, dejando en una de ellas que lo hiciera Abidal en un gesto que demuestra los valores de este futbolista. Parte fundamental también en el doblete de la selección, primero acompañado de Marchena en la Eurocopa y luego de Piqué en el Mundial. Del Bosque estaba dispuesto a esperarlo hasta el final para ir a Brasil, pero Puyol jamás iría de relleno. Carles ya no se ve para jugar al máximo nivel, y nunca ocuparía la plaza de un compañero sabiendo que no puede aportar el máximo. 

 Hoy ha anunciado su marcha, el jugador más noble que hayan visto estos ojos. Siempre tendiendo la mano, siempre felicitando al rival, siempre animando al compañero. Se va el Capitá de capitanes, se va el alma del Barça y si el fútbol fuera justo, nadie debería volver a ponerse el dorsal de Puyol en el Barça. Su camiseta debería ser retirada, y ondear en lo alto del Camp Nou. Cuando termine su próxima aventura, Puyol debería volver a casa a enseñar los valores que ha demostrado durante toda su etapa cómo profesional. Vaya donde vaya, Puyol seguirá dejándose el alma en el campo, pero el soci se queda huérfano de su Capitá. Hoy se va un mito, y nace una leyenda. 

 Gracies Carles. 

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