Guardiola, el beneficio de la duda

A raíz de la derrota de ayer en la Supercopa alemana contra el Borussia, han empezado a surgir las primeras voces críticas contra el de Santpedor. Estaba claro que al primer revés, los que lo llevan tiempo esperando, sacarían el látigo. Pero el fútbol es una carrera de fondo. Seguro que Pep conseguirá llevar a su equipo a grandes éxitos, pero para eso habrá que esperar. El desafío al que se enfrenta Guardiola, es probablemente el más grande de su carrera como entrenador.


 Tras haber tocado el cielo en el año de su debut con el Barça, haber pasado a la historia como el mejor técnico debutante en la historia del fútbol y hacerlo con un fútbol de ensueño. Pep se tomaba un año sábatico. Atrás quedaban partidos para el recuerdo, mezclados con la suerte de los campeones. ¿ Que hubiera pasado si aquel golazo de Iniesta no hubiera entrado? Eso nunca lo sabremos, pero el gol del manchego, desencadenó el efecto mariposa en la era Pep. Con el balón por bandera, el Barça no era solo un equipo de toque. La presión asfixiante de todas las líneas fue uno de los aspectos clave. La obsesión de Pep era recuperar el balón lo más rápido posible. Para Guardiola, tener el balón era la mejor defensa. Pero no se limitaba a una posesión vacua, en su primer año, el balón era el arma ofensiva preferida del Barça. La incorporación de Piqué al eje de la zaga, y la irrupción en el primer equipo de Busquets, dotaban a los culés de una salida de balón impresionante. Se veía en los saques de puerta, los centrales se colocaban a los laterales del área para que el portero no desplazara en largo, Busquets se colocaba en la corona del área y comenzaba el juego desde atrás. El balón nunca se regalaba. La insistencia en la mejora del manejo de Valdés con el balón en los pies, propició que muchas de las jugadas empezaran en el de Hospitalet. Pero la máquina tenía un cerebro. Todo el fútbol culé pasaba por Xavi, movía el equipo a su antojo, siempre se ofrecía para recibir y buscar la mejor opción. Una de las claves del éxito del Barça de aquel primer año de Pep, fue la incorporación de Alves. El bloque era prácticamente el mismo que con Rijkard, salvando a Busquets, Piqué y el brasileño. Pero la profundidad de Alves y su sociedad con Messi, marcaron la diferencia.

La temporada empezó con dudas, las dos primeras jornadas no daban los resultados esperados. El entorno azulgrana se preguntaba si Pep estaba preparado para entrenar al primer equipo. Sin embargo, pronto se encargó de demostrarles que se equivocaban. El equipo empezó a carburar y a desarrollar un juego efectivo a la par que deslumbrante. La sociedad que formaban Busquets, Iniesta, Xavi y Messi hacía de los partidos de los culés, rondos interminables que siempre acababan en alguna ocasión de gol. Etoo y Henry llevaban el peligro, y Messi empezaba a destacar como goleador. El argentino confirmó todos los presagios que lo colocaban como futuro monarca del fútbol mundial. El trabajo corría a cargo de Touré y Keita, que alternaban la titularidad para acompañar al cuadrado mágico.

 En la competición doméstica, el titubeante inicio terminaba con un Barça campeón sin discusión, después de propinar al Madrid aquel 2-6 que dejaría la liga sentenciada. Aquel partido de fútbol significaba algo más que una liga, representaba un cambio de ciclo que a la postre se convirtió en el mejor de la historia del fútbol moderno. Ese mismo año ganarían la final de Copa ante un voluntarioso Athletic, al que no le quedó más remedio que claudicar. Pero el plato fuerte estaba en Europa, la eliminatoria contra el Chelsea estará grabada para siempre en el recuerdo colectivo. Eran las semifinales de Champions, la vuelta se disputaba en Stamford Bridge y al Barça le valía la victoria o cualquier empate con goles. Las cosas no se pusieron de cara para los culés, cuando Essien marcó el mejor gol de su carrera con un disparo que sorprendió a Valdés y entró por toda la escuadra. El partido siguió y el Barça no renunciaba a su filosofía, consciente de que necesitaba un gol, decidió asumir más riesgos. Una serie de jugadas polémicas acompañaran el recuerdo de aquella semifinal, pero ese es otro tipo de debate. Cuando parecía que el Barça se quedaba sin su ansiada final, el genio de Fuentealbilla se inventó un disparo que se coló por la escuadra de Cech. El manchego, siempre contenido y tímido hasta el extremo, sacó el grito de todo el barcelonismo y corrió a la grada donde estaban sus aficionados, todo el banquillo culé corrió hacia él, incluido Guardiola. La gesta estaba cada vez más cerca. La suerte, acompañada del buen fútbol, llevaba a los culés a la ansiada final de Roma, allí esperaba el Manchester de los Ronaldo, Tévez y Rooney que venían a defender el título conquistado el año anterior en Moscú. El duelo se presentaba también como el de los dos candidatos al Balón de Oro, Ronaldo y Messi se jugaban algo más que la final de la Copa de Europa. Estaba en juego la supremacía del fútbol mundial. Y en Roma estaba a punto de escribirse una de las páginas más exitosas de la historia del fútbol.

El partido comenzó con un Manchester arrollador, contagiado por la fuerza de Ronaldo, un par de acciones del portugués pusieron en apuros a Valdés. Pero el ritmo del United fue bajando, el planteamiento de Pep, basado como siempre en la posesión, desgastaba mucho a las figuras de los Red Devils, que tenían que esforzarse demasiado para recuperar el balón. Un fallo garrafal de Ferdinand daba paso al gol de Etoo, que a los diez minutos ponía por delante a los de Pep. El partido se ponía muy cuesta arriba para los de sir Alex Ferguson. Cristiano Ronaldo comenzaba a desquiciarse y no encontraba manera de meter mano a la defensa culé. Un inspiradísimo Puyol no dejó que el de Madeira tocara mucho el balón. La segunda parte fue un calco de la primera y faltando 20 minutos, con un salto más propio de un jugador de metro noventa y un escorzo de gran cabeceador, Messi enviaba a la red un preciso centro de Xavi. El partido tocaba a su fin y se desataba la locura. El debutante Guardiola, conseguía los tres títulos en el año de su debut. Con un fútbol de ensueño y deslumbrando a toda Europa, parecía que el reinado de los de Guardiola, no tendría fin. ¿ Que más se le podía pedir a un entrenador novel? El fútbol aún seguiría dándole éxitos a aquel equipo.

La nueva temporada se presentaba con el reto de completar los seis títulos a los que aspiraba aquel Barça que era el primer español en conseguir el triplete. La Supercopa española contra el Athletic de Bilbao la ganó sin problemas, sin embargo en su homónima Europea, el Shaktark Donestk puso en aprientos a los culés, que faltos de ritmo, acusaron el mayor rodaje de los ucranianos. El partido necesitó de prórroga. Pero un gol de Pedrito en el 115, daba la copa a los culés. Por aquel entonces, el Barça había hechó el fichaje más caro de su historia, había intercambiado al díscolo Etoo, que no tenía buena relación con Guardiola y al que ya quería haber traspasado el año anterior, por el no menos díscolo Ibrahimovic. El cambio no era ficha por ficha, sino que el Barça tuvo que desembolsar una gran cantidad de dinero. Ya solo quedaba el mundialito de clubes. El título que Pep no había conseguido como jugador, y que según él era el que más ilusión le hacía. La final contra Estudiantes, el campeón de Ámerica, se le puso cuesta arriba a los de Guardiola. Un gol encajado a balón parado, uno de los lunares del Barça de Pep, ponía en ventaja a los argentinos. Con el partido casi perdido, en el minuto 83, Pedrito sustituyó a Henry. A los cinco minutos de entrar en el campo, el canario conseguía el gol del empate. De esa manera entraba en la historia al marcar en seis competiciones diferentes en un año. El gol de Messi en la prórroga cerraba el círculo, las lágrimas de Guardiola, dieron la vuelta al mundo. Había conseguido un hito irrepetible, un entrenador debutante conseguía seis títulos en un año natural. Todo lo que podía ganar, lo había ganado. Ya no podría superarse. Pero ante sí tenía el reto de mantener el nivel. Y así fue.

 En la competición doméstica, el Madrid de Pellegrini, aguantó el tirón culé hasta la última jornada, pero el Barça siguió deslumbrado y consiguió el título. La confirmación de Pedrito y Busquets, hacía que aquel equipo pareciera invencible. Sin embargo, parecía que Zlatan no encajaba con Pep, como se demostró más adelante, la relación entre el genio sueco y el de Santpedor se enfrió hasta el punto de que el sueco cogió las maletas y se fue al acabar la temporada. No pudieron reeditar su título en la Copa del Rey, pero si que llegaron a semifinales de Champions. La eliminatoria tenía todos los ingredientes para ser una bomba de relojería. El Inter de Mourinho, ya por aquel entonces, enemigo público número uno en Barcelona, esperaba en Milán a un Barça que llegaba como gran favorito. Por otro lado, el estímulo para los culés de jugar la final en casa de su eterno rival, la final se disputaba en el Bernabéu, llenaba la eliminatoria de mucha tensión. Y así fue, la eliminatoria no defraudó. Los de Mourinho plantearon un partido incomodo a los de Pep, unas dudosas decisiones arbitrales, acabaron con un resulta de 3-1 para los italianos. No era descabellado que los de Pep marcaran dos goles en casa a los de Mourinho, sin embargo, con un entramado defensivo como no se recuerda, el Inter aguantó hasta el final del partido con 0-0. La expulsión de Motta no alteró el planteamiento interista, sino que lo afianzó. El gol de Piqué, daba alas a un Barça que lo intentó hasta el final, el gol anulado a Bojan parecía que era la última chance culé para pasar a la tan deseada final. Pero el gol no llegó. El árbitro pitó y se produjo el ya famoso episodio de los aspersores. El Inter se alzaría con la Champions y Florentino había decidido que Mourinho era el elegido para frenar al Super Barça de Guardiola. El mayor duelo de banquillos de la historia de los Madrid-Barça estaba a punto de comenzar.

 Y el espectáculo comenzó, el Madrid visitaba por primera vez el Nou Camp con Mourinho, el regalo de bienvenida de Pep fue un 5-0 que reflejaba la distancia sideral entre ambos equipos. Aquel resultado era la segunda humillación recibida a manos de Guardiola por parte de los madridistas tras el ya famoso 2-6. La superioridad culé no solo se reflejaba en los abultados resultados, sino también en el juego. Era un equipo formado contra uno en formación. La batalla comenzaba, tanto en el terreno de juego como en la sala de prensa. A partir de ese 5-0 el Real Madrid encontró un patrón de juego e intentó dar caza al Barça, pero le fue imposible. Pero el carrusel de clásicos que se desataron con la eliminatoria de Champions, final de Copa y vuelta de la Liga, elevaron a cifras nunca vistas la tensión entre ambos clubes. Esa tensión se reflejaba también en los banquillos, Guardiola no renunciaba a su estilo y Mourinho lo contrarrestaba con una presión a veces excesiva. Las chispas no tardaron en saltar, y en la ida de las semis de Champions, la expulsión de Pepe, desató una serie de polémicas que llegaban a la sala de prensa. Las declaraciones del portugués tras el partido, en el que había expulsado, le acarrearon una sanción de la UEFA. El Barça se impuso, y llegaba la final de Copa, el Madrid salió menos apocado que nunca contra un Barça que seguía con su estilo, pero el Madrid le presionaba la salida del balón, de manera que el Barça se vio obligado a desplazar demasiado el balón en largo. Eso unido a la diferencia de calidad entre Pinto y Valdés a la hora de jugar el balón con los pies, equilibró la balanza. El partido fue disputado, con todo tipo de entradas por parte de los dos equipos. Guardiola se quejaría de la permisividad de los árbitros e incluso de exceso de vista en el gol anulado a Pedrito. El gol de Cristiano en la prórroga, decidió el partido y la copa para los merengues. Se terminaba la racha triunfal de victorias del Barça sobre el Madrid, pero quedaba la vuelta de Champions. En otro encuentro rodeado por la polémica, el Barça consiguió clasificarse para la final, aunque sufrió bastante. Era la segunda final para los de Guardiola, el rival el mismo que en Roma. El Manchester United esperaba con ganas de revancha. Pero en Londres no hubo partido, los de Pep, marcaron la diferencia desde el primer instante. Pese al empate de Rooney, tras el gol inicial de Pedro, el Barça arrolló a los Red Devils, que no pudieron hacer nada más que ver como los culés hacían un rondo inmenso en Wembley. Los goles de Messi y Villa dejarían sentenciada una final que llevaba a Pep a su segunda Champions como entrenador y tercera de su carrera profesional. La imagen de Abidal levantando la Copa, daba reconocimiento al francés, que superó sus problemas de salud y consiguió llegar a jugar la final.

La temporada de 2011/2012 arrancaba de nuevo envuelta en polémica, Madrid y Barça se jugaban la Supercopa de España y dejaba de ser un título menor. Los de Mourinho querían confirmar que la victoria en la Copa del Rey no era flor de un día, sin embargo volvieron a caer con los de Pep a doble partido. La temporada empezaba bien para los culés, pero el ritmo infernal del Real Madrid en Liga, fue demasiado para una plantilla corta y con muchos lesionados. El Real Madrid terminaba la Liga con 100 puntos y batiendo el récord de goles de aquel Madrid de Thosack que parecía imposible de superar. En el mundialito de clubes pasaron por encima del Santos de Neymar, que se enamoró del estilo Barça y pidió a Guardiola que lo llevara con él. En la Champions los de Pep se plantaron en semifinales. Esperaba uno de los rivales favoritos de los culés. Un Chelsea que llegaba en horas bajas, con un entrenador interino, y con un pésimo rendimiento en la Premier. Cuando todo el mundo daba por sentado que la final de la Champions enfrentaría a Madrid y Barça, Bayern y Chelsea se encargaron de echar por tierra todos los presagios. En Stamford Bridge, los blues, salieron con un planteamiento ultradefensivo, que consistía en juntar mucho sus líneas y no dejar huecos para la creatividad culé. Un Messi desubicado ante la falta de balones, perdió un balón en mediocampo que propició la contra blue. El gol de Drogba valdría su peso en oro. La vuelta en Barcelona se presentaba con el mismo guión, el Chelsea metido atrás y Drogba como hombre bolla. La expulsión de Terry parecía que ponía de cara las cosas a los de Guardiola, sin embargo el gol de Ramires antes del descanso encendía las alarmas culés. Que veían como su ventaja en el marcador, con los goles de Busquets e Iniesta, se veía reducida. El gol blue obligaba a los culés a marcar un nuevo gol. Un penalti de Drogba en tareas defensivas, daba la oportunida a los de Pep de ponerse por delante en la eliminatoria. Sin embargo esta vez Messi falló. Pasado el tiempo reglamentario, en una contra en la que Torres solo tenía a Valdés por delante, finiquitó la eliminatoria. El sueño de la cuarta Champions se desvanecía, y la posible final contra el Madrid igual, aunque al día siguiente los blancos cayeran eliminados y eso amortiguara el golpe. El último título que le quedaba en juego a los culés era la Copa del Rey, en la final los esperaba el Athletic de Bielsa, que venía de caer en la final de Europa League contra el Atlético de Simeone. La final se presentaba para los bilbaínos como la última oportunidad de poner un broche de oro a su grandiosa temporada. Pero los de Pep no dieron opción a los de Bielsa, en 25 minutos habían finiquitado la final y Pep ganaba su último título como entrenador del Barça.

Días después se conocía la intención de Guardiola de no continuar en el Barça, la prensa era un hervidero de nombres como posibles sustitutos del técnico azulgrana, un sinfín de nombres que pasaron a un segundo plano cuando se anunció que el sustituto de Pep sería su segundo Tito. Más allá de cuestiones personales, la línea del club era continuar con el modelo que tantos éxitos le había dado. Guardiola se iba dejando atrás el legado del mejor entrenador de la historia del Barça. El entrenador con más títulos, el entrenador con mejores resultados, el entrenador que mejor juego había desarrollado en la historia del club, se iba entre aplausos de la afición que no pudo despedirlo como debía cuando era jugador. Pep se tomaba un año sabático y los principales clubes europeos se lo rifaban. Pep asombró a propios extraños al elegir el Bayern, pero Guardiola nunca deja nada al azahar. Sin embargo, su colega Jupp Heynckes le dejó el listón muy alto. La exhibición del Bayern en la competición doméstica y en Europa, dejó muy a las claras que el reto de superarlo sería muy díficil para Guardiola. El 7-0 en la eliminatoria contra el Barça, daba paso a un cambio de ciclo en la supremacía de Europa. Guardiola elegía Munich y en Munich esperaban mucho de él. De nuevo tenía que afrontar el reto de superar lo imposible.

Pep llegó a Munich entre una grandísima expectación, como es normal en un entrenador de su caché. Los directivos germanos le han construido un superequipo que ha añadido piezas nuevas a lo que ya tenía. Las incorporaciones de Thiago y Gotze, más la promesa de Levandowski para el año que viene, hacen que el de Santpedor tenga uno de los equipos más completos de Europa. Lo que viene ahora es la duda de si el estilo de Pep es el idóneo para la Bundesliga, y si conseguirá que el tipo de jugadores que tiene se adapten a su filosofía. El balón como bandera, la movilidad y la recuperación son los elementos básicos en el concepto del catalán. Jugadores para seguir con su estilo tiene, ahora nos falta saber si ellos se adaptarán al juego que les propone o Guardiola cambiará su filosofía. Yo me inclino más por lo primero. Lo que está claro es que de nuevo Pep acepta una apuesta de máximo riesgo. Puede ganar haciendo buen fútbol o solo ganar. A Pep solo le vale lo primero.

El traspiés de ayer, sirve a los no creyentes, para sacar las lanzas que llevaban tiempo guardando para él. Pero estoy seguro que Pep levantará la situación y que el Bayern volverá a ser el equipo temible del año pasado o incluso mejor. Pero para eso tenemos que esperar. Mientras tanto en Can Barça, seguirán añorando a Pep...algunos.

Viel Glück, Herr Guardiola

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