Zidane, el balón en el Lago de los Cisnes

Corría el año 1972, cuando en el modesto barrio de La Castellane, en Marsella, nacía el futbolista europeo más grande de todos los tiempos, siempre desde mi humilde punto de vista. El menor de cinco hermanos, Zinedine Yazid Zidane, de ascendencia argelina, desconocía que algún día, levantaría la Copa del Mundo para su país y la Copa de Europa para su club, pero eso es una historia que poco a poco, vamos a desgranar.






 La carrera de Zizou comenzó en el Cannes, con tan solo 17 años debutaba en la Ligue, su talento y su visión de juego, pronto llamaron la atención de los grandes equipos franceses. Tras cuatro temporadas en el club de la ciudad costera, dio un paso adelante en su carrera fichando por el Bourdeaux. Fue en este equipo donde Zizou se dio a conocer a nivel internacional, realizando una soberbia actuación en la Copa de Uefa de 1996. Los de Zizou, eliminaban al Milan, en una eliminatoria para el recuerdo, ya que remontaron el 2-0 en contra que habían encajado en San Siro. En esa misma Uefa, Zizou dejaba uno de sus primeros goles para la posteridad, en el Bénito Villamarín, contra el Betis, enganchaba un balón a bote pronto a unos cuarenta y cinco metros de la portería. El balón fue golpeado por Zizou, con su pierna menos buena, la izquierda, describió una parábola tremenda, el portero que estaba adelantado, no pudo más que aplaudir. Empezaba así una sucesión de goles míticos, que acompañarían la carrera de Zizou. Lamentablemente para los de Bourdeaux, la final se la llevó el Bayer Munich, pero la actuación de Zizou no había pasado desapercibida para los grandes de Europa.

En 1996, llegaba a Turín, en la Vecchia Signora se produciría la confirmación de Zizou, que también comenzaba su andadura con la selección francesa. Llegaba a un club, donde ya había reinado su compatriota Platini, Le Roi para los franceses. Pero con el paso de los años, Zizou, consiguió ocupar el vacío dejado por Platini en el corazón de los aficionados juventinos. En un equipo que contaba con figuras del renombre de Del Piero, Vieri, Inzaghi o su compatriota Deschamps. Zidane ganó todos los títulos posibles con la Juventus, Scudettos, Coppas de Italia y Supercopas, tanto europeas, como domésticas. Pero a Zidane le faltaba un título, uno con el que sueña todo futbolista europeo. Ese título era la Champions League. A Zizou se le resistía la consecución de la misma, rozó la gloria dos veces, pero aquel Borussia de Ricken y Moller y un Madrid que llegaba con sed de la séptima, echaron al traste las ilusiones del de la Castellane. Por el contrario, el mal sabor de dos finales pérdidas con su club, tomó otro cariz con su selección. Llegaba la cita mundialista del 98, Francia era la anfitriona y tenía que hacer un buen torneo.

Aquella selección, representaba el cambio de la sociedad francesa, los hijos de los inmigrantes de las antiguas colonias, franceses de pleno derecho, integraban una selección multiétnica que a ciertos sectores de la sociedad francesa, exasperaba bastante. El Mundial arrancó, y en el segundo partido, contra Arabia Saudí, el genio de Zidane, salió de la manera que menos le beneficiaba a Zizou. Una acción contra un jugador saudí, que le valió la expulsión de aquel partido y para los tres siguientes. Zizou tendría que ver los octavos de final en la grada, Francia venció a Paraguay con un gol de Blanc. Avanzaba a cuartos de final, donde los esperaba Italia, Zizou volvía a jugar y se enfrentaba a viejos conocidos de la liga italiana. Fue un partido en que ambos equipos tenían miedo a encajar, el resultado final fue de 0-0, Francia pasaba por penalties a semifinales, y el sueño del mundial iba creciendo. En las semifinales, los dos goles de Thuram, daban el pase ante Croacia. En la final esperaba Brasil. La final soñada por todos los franceses había llegado. ¿Que más podía pedir aquel mundial?. El fútbol tenía guardado algo más grande para Zizou. Entonces llegó el día.

La Brasil que se presentó en aquella final, mezclaba algunos jugadores campeones en el 94, como Taffarel y Dunga, con una nueva hornada de futuras estrellas de la Verdeamarela, Roberto Carlos, Rivaldo y la estrella de aquel momento, Ronaldo. Pero en un extraño episodio que precedió a la final, que nunca se llegó a aclarar y del que hay diferentes versiones, dejaba a Brasil tocada. Con la duda de si Ronaldo podría jugar la final o no por el supuesto ataque epiléptico, todo lo que rodeó al partido fue una pequeña sombra de misticismo. Al final, Ronaldo saltaba al campo, pero no sería el protagonista del partido, en lo futbolisticamente hablando claro. El partido se presentaba como un duelo táctico, y así fue, los brasileños mezclaban su talento habitual con un estilo muy europeo. El antaño jogo bonito, quedaba atrás, para protagonizar un juego más efectivo. Por el contrario, los franceses, basaban su juego en un mediocampo muy fuerte y una defensa que ese día contaba con la baja de Blanc. Los Lizarazu, Thuram, Dessailly, Deschamps, Petit y Barthez, cubrían las espaldas de los encargados de llegar arriba, el propio Zizou y el talentoso Pires. Cuenta Zizou en el documental sobre su vida, que el seleccionador francés, Aimé Jacquet, le dijo que tenía que aprovechar las jugadas a balón parado, ya que los brasileños marcaban en zona. La zona elegida era la línea del área pequeña a la altura del primer palo. Jacquet dijo a Zizou que entrara allí a rematar. En dos jugadas casi idénticas, el genio de la Castellane, marcó sendos goles de cabeza, encarrilando el partido para los bleus. Brasil, con un Ronaldo que falló dos ocasiones impropias de él, y que parecía que no se encontraba en el Stade de France, no era capaz de remontar. En los minutos finales y con Brasil volcada, Petit cerró el marcador. El sueño se había cumplido y la anfitriona era campeona del mundo. Zizou alzaba su primer y único título mundialista. Aquel triunfó y la imagen de Zidane en el Arco del Triunfo, ofreciendo la Copa a sus compatriotas, representaba algo más que una victoria en el fútbol. Era la victoria de la integración, era la victoria de una sociedad francesa que avanzaba en algo más que una copa del mundo de fútbol. Sin embargo, había nacido un mito. Y no hacía más que comenzar a fraguar su leyenda.

Tras el mundial, Zizou se convirtió en el futbolista más deseado del planeta fútbol, sin embargo, los directivos turineses no tenían intención de deshacerse del astro francés, que había conseguido el Balón de Oro y el premio al mejor jugador del Mundo de la FIFA, galardón que revalidaría en el 2000 y el 2003. Continuó cosechando triunfos en el equipo turinés, pero volvía a caer en semifinales de la Champions en el 99. En la Eurocopa del 2000, Francia llegaba como gran favorita, ya que era la campeona del mundo, y los franceses no defraudaron, la exhibición de Zidane tanto en cuartos contra España, como en semifinales contra Portugal, marcando un gol en cada encuentro, llevaron a los franceses a la final contra Italia. El partido de Zizou contra Portugal fue simplemente sublime, durante todo el partido dejó muestras de su enorme calidad, un control de pecho antológico, que más bien parecía un paso de ballet, precedió a una de las mejores jugadas que recuerdo. Varios regates en velocidad, en los que parecía que a Zizou siempre iba a escaparsele el balón, pero seguía y seguía avanzando hasta que intentó un pase a banda derecha que nunca llegó. No hizo falta, la jugada era un resumen de las cualidades de Zizou, una amplia zancada, una técnica individual fuera de lo común y una clarividencia innata. Aquel partido fue una exhibición de controles, pases, regates y todo tipo de gestos técnico que obtuvieron su zenit con el penalti transformado a falta de pocos minutos. Zizou, plantó el balón en el punto de penalti, cogió carrerilla, miró desafiante a Baia, con la seguridad del que sabe que va a hacer algo y conseguirlo, avanzó y golpeó el balón con un movimiento de cuerpo que hizo que este acabara en la escuadra izquierda de la portería. Aquel partido encumbró a Zidane como mejor jugador europeo sin discusión, solo le faltaba ganar el título para ser eterno.

Francia se plantó en aquella final con un solo objetivo, ganar. Daba igual a que precio, sin embargo, los italianos, criticadísimos todo el torneo por su mal juego, salieron con una mentalidad muy ofensiva, algo nunca visto en los transalpinos. El planteamiento de Zoff sorprendió a todo el mundo, incluida Francia, que se vio desbordada, la mala puntería de los italianos, evitó una goleada de escándalo, sin embargo, como casi siempre en el fútbol, la final no la ganó quién más la merecía. El partido terminaba con empate a uno. Los dos equipos saltaron al campo a disputar la prórroga, conscientes de que un gol los hacía campeones o los dejaba sin copa. La balanza se inclinó al lado francés con el ya mítico gol de Trezeguet, Francia reinaba en el Mundo y en Europa. La generación francesa no parecía tener límite, Zizou era doble campeón y ese verano, Florentino Pérez, pagó la mayor suma de la historia en aquel momento para llevarlo al Real Madrid. Aterrizaba en Concha Espina el chico de la Castellane que había tocado el cielo con su selección, pero tenía una cuenta pendiente a nivel de clubes, además el desafío era doble, ganarla con el Real Madrid, lo convertiría en leyenda.

Los inicios en el Real Madrid fueron difíciles, la expectación creada a su alrededor era demasiada, e incluso llegó a ser pitado en el Bernabéu. Del Bosque no acababa de encontrarle posición en el campo y los rumores hablaban de una mala relación con Figo. Finalmente, la posición de partida sería escorado hacia la banda izquierda, de esta manera, Zizou partía hacia dentro y dejaba la banda para las subidas de Roberto Carlos. La sociedad con el brasileño, deleitó al respetable del Bernabéu con paredes increíbles entre ambos, acompañadas de controles y pases de lujo. El aficionado madridista justificaba el precio de su abono, solo con ver los controles de Zizou. Pero en el Madrid siempre se exigen resultados, y los resultados llegaron, tras eliminar en las semifinales de la Champions al eterno rival, el Barça, con un golazo de Zizou en Barcelona, contando con la colaboración de Bonano. El Madrid llegaba a la final de Glasgow ante aquel rocoso Leverkussen del joven Ballack. El partido se puso de cara para los madridistas con el gol de pillo de Raúl. Los alemanes empataron a los cinco minutos por medio de Lucio a la salida de un córner. El partido volvía a empezar, hasta que llegó el minuto 45 de la primera parte, una pared entre Solari y Roberto Carlos, acababa con un semicentro del brasileño que parecía condenado a acabar en la nada, sin embargo a medida que el balón caía, una figura iba tomando forma. Era como si estuviera esculpiendo una obra de arte, un Zidane en una posición complicada para rematar, colocaba los brazos en paralelo y esperaba la caída del balón, parecía como si el tiempo se hubiera parado, el balón caía y Zizou giraba, a la vez levantaba la pierna izquierda, cuando el balón llegó a la posición de golpeo, Zidane parecía haberse ya estabilizado, los brazos ya estaban en una posición más natural, sin embargo la pierna izquierda realizó el golpeo prácticamente en horizontal. Viendo la repetición una y mil veces nunca alcanzo a saber a ciencia cierta con qué golpeó Zidane el balón, si con el empeine o con la propia pierna. Pero el balón dibujó una parábola inverosímil, que hizo que entrara por la escuadra izquierda sin que But pudiera hacer nada. La celebración del francés con su ya famoso "Toma!" era acompañada con la cara de incredulidad de los espectadores del estadio y los millones de los que lo veían por televisión. Estaban siendo testigos del mejor gol de la historia de las finales de Copa de Europa. El resto del partido fue un acoso y derribo del Leverkussen, que llenó la final de misticismo con la lesión de César y su sustitución por Casillas, que aquel día se ganó el título de Santo. El Real Madrid alzaba su novena copa de Europa y Zizou cerraba su ciclo.

Llegó el Mundial de 2002, Francia llegaba a Corea y Japón como la gran favorita, pero el debut contra Senegal enturbió el paso francés por el torneo. La otrora colonia francesa, pasó por encima de los campeones del mundo, dando una de las mayores sorpresas en la historia de los mundiales. Problemas internos en el equipo, unido a un mal juego, hicieron que los bleus se volvieran a casa antes de lo previsto. Pasada la decepción y las críticas Zizou volvía a Madrid.

Ese año el Real Madrid, se alzó con la Intercontinental en un equipo en el que ya jugaba su amigo Ronaldo, esa amistad se reflejaba en el campo y Zizou se convirtió en el mejor socio del brasileño, que cuajó una temporada increíble. Mientras tanto Zidane, seguía deleitando a los espectadores con pases, controles y recortes que parecían más propios de un bailarín. Llegué a leer en algún periódico que cuando Zidane ponía en marcha su clase, el fútbol se convertía en el Lago de los Cisnes. Y no iba desencaminado, cada vez que Zidane tocaba el balón, dotaba la jugada de una belleza increíble, a veces solo con un movimiento, un amago, movía al rival y dejaba a un compañero solo, o tenía vía libre para avanzar. Todo lo acompañaba con una elegancia fuera de lo común. Y eso era un estímulo para el espectador, que esperaba ese detalle de Zizou que hacía valer la pena la espera. Y ese detalle siempre llegaba, de una manera u otra siempre llegaba.

El llamado Madrid de los galácticos era un equipo plagado de estrellas, pero que tenía un gran juego coléctivo, en las primeras jornadas el juego madridista despertó la admiración de toda europa, con Makelele como guardasespaldas de la corte de megaestrellas que Del Bosque tenía en ataque, el Real Madrid se plantó en semifinales de Champions, contra la Juventus de Turín, un partido especial para Zizou, que volvía a casa. En la ida los madridistas se habían impuesto por 2-1, y todo indicaba que volverían a llegar a la final. Pero una lesión de Ronaldo tenía en vilo a los madridistas, se presentaron en Turín con la duda del brasileño. Ronaldo no fue de la partida, y el partido fue tomando un mal cariz para los de Concha Espina, faltando un cuarto de hora, Ronaldo entró al campo y cojo forzó un penalti. El penalti valía la prórroga para el Madrid en esos momentos, pero Buffon desvío el tiro de Figo. El gol de Nedved acabaría con las ilusiones blancas, dejando en evidencia la lentitud de Hierro en el balón a su espalda. El gol in extremis de Zizou caía en saco roto y el Madríd perdía la ocasión de llegar a la final para conseguir la tan ansiada Décima. Los blancos acabarían como campeónes de Liga, pero el mismo día de la celebración, el club decidió no renovar ni a Del Bosque, ni a Hierro, capitán en aquel momento. El rumbo madridista cambiaría completamente desde aquel día.

El años siguiente traía a Zizou nuevo entrenador y nuevo compañero, la llegada de Beckham daba una dimensión planetaria al proyecto de Florentino. Sin embargo, la pieza clave en el engranaje del equipo, Makelele decidía irse al Chelsea, ya que no reconocía bien pagados sus servicios, alegaba que si corría para todos los gálacticos, por lo menos debería cobrar la mitad que ellos. La temporada empezó muy bien, el Madrid seguía jugando a un gran nivel y parecía candidato a todas las competiciones, sin embargo, el equipo del recién estrenado Queiroz, fue desinflándose conforme avanzaba la temporada. La catástrofe se consumó cuando a falta de pocas jornadas para el final de la Liga el Barça de Rijkard le remontaba una ventaja de 18 puntos, al final el Madrid claudicaría. Al igual que en la final de la Copa del Rey ante el Zaragoza, en la que el Madrid no pudo contar con Ronaldo, lesionado, y perdió en la prórroga gracias al gol de Galletti. En Champions la eliminación contra el Mónaco de Morientes, dejó finiquitado el sueño de la Décima. A final de temporada Queiroz salía y el proyecto galáctico parecía comenzar a desmoronarse.

Era año de Eurocopa, y una rejuvenecida Francia se presentó en la Eurocopa como defensor del título y con la firme intención de mejorar la actuación de Japón y Corea. En el primer partido, Zizou, decidió el partido para les bleus con dos goles en el descuento. Uno de falta y otro de penalty, parecía que en aquella ocasión la suerte estaba de cara para los franceses. Pero en cuartos de final los esperaba la sorpresa del torneo, la Grecia del alemán Rehhagell que más bien parecía una de las típicas Italias. Con un estilo defensivo que parecía totalmente desterrado, eliminó a la Francia de Zizou, que anunciaba su retirada de la selección.

Como parecía el año anterior, la época galáctica parecía que llegaba a su fin. Las llegadas de Michael Owen y de Jose Antonio Camacho, pretendían ser el revulsivo que necesitaba el equipo blanco para volver a jugar como lo había hecho antes, pero la espantada del murciano, desencadenó un baile en el banquillo blanco que unido al gran juego del Barcelona hizo que el Madrid se despidiera pronto de la liga, las prontas eliminaciones en Champions y Copa daban por cerrada una gris temporada blanca. Sin embargo Zizou seguía dando muestras de su talento y de su clase, haciendo disfrutar a los aficionados madridistas, pero parecía que no era suficiente. Al años siguiente el baile de entrenadores siguió y el Madrid no mejoraba, la marcha de Figo parecía que anunciaba el final de la era gálactica. Mientras tanto Zizou anunció su deseo de volver a la selección, lo hizo como capitán de la misma, con el objetivo de llevarla al Mundial del 2006. En su club, su gran valedor, Florentino Pérez, decidía dejar la presidencia. El Real Madrid se descomponía y aunque a Zizou le quedaba un año de contrato, decidió anunciar que la 2005/2006 sería su última temporada. El partido en casa contra el Villareal, sería el último del 5 con la camiseta blanca. Un Zidane visiblemente emocionado, saltaba al campo con la canción "The wheel of fortune" de fondo en claro homenaje a sus ruletas. Zidane marcó el día de su despedida, aunque no fue suficiente para ganar el partido. Intercambió la camiseta con Juan Román Riquelme, reconocido admirador suyo y saludó timidamente al respetable entre lágrimas y en medio de una atronadora ovación. Así se cerraba la historia del mejor jugador de la historia reciente del Real Madrid. El aficionado de Chamartín aún recuerda los controles imposibles, las ruletas, los arabescos y las geniales asistencias del marsellés. Nunca un jugador había dejado un vacío de clase tan grande, pero a Zizou, le quedaba un último desafío. Llegaba el Mundial de Alemania, como mínimo quedaban tres partidos para ver al francés, pero Zizou iba a vender muy cara su retirada.

Zidane, con 34 años, afrontaba el último gran torneo de su carrera, y las cosas no empezaron bien, sendos empates ante Suiza y Corea, en los que además Zizou vio tarjeta amarilla, dejaban la posible clasificación gala en manos de la debutante Togo. Francia no tenía a Zidane y necesitaba ganar aquel partido sí o sí. Los galos se impusieron 2-0 y pasaron a octavos donde los esperaba España. Los españoles venían de desplegar un gran juego contra Ucrania en el primer partido y parecía que esta vez terminarían su maldición en las grandes citas, incluso había portadas en las que se anunciaba que ese día iban a retirar a Zidane. Un Zizou extramotivado, destapó el tarro de las esencias y realizó uno de sus mejores partidos, culminandolo con un soberbio gol tras sentar a Puyol y Casillas. En cuartos los esperaba Brasil. La canarinha era la favorita para ganar el mundial, llegaba con Ronaldinho como máxima estrella, acompañado de Kaká que empezaba a brillar, Ronaldo que asisitía a su última gran cita y Adriano que era el talento emergente. Pero Zizou, en el mejor partido que le recuerdo, dio una clase magistral, un partido en el que se encargó de hace fácil lo difícil, asistió, apoyó, trabajó y dejo en evidencia al medio campo brasileño que no era capaz de pararlo. El fallo en el marcaje de Roberto Carlos sobre Henry valió para que los franceses avanzaran a semifinales, donde nuevamente los esperaba Portugal. Los galos vencieron 1-0 y llegaban a su segunda final. Zidane había superado todas las espectativas y la prensa empezaba a plantearse si la retirada era la mejor opción. Sin embargo Zizou tenía claro que aquel sería su último partido. Y así fue.

Se presentaba la misma final de la Eurocopa del 2000, mismos contendientes, pero con maneras diferentes de llegar a la final. Esta vez Francia se presentaba con un equipo que mezclaba veteranos y noveles, que nada tenía que ver con aquel sólido bloque del 98 y 2000, por otro lado Italia, seguía siendo la Italia de siempre. La final no se podía poner mejor para los galos. Un penalty de Cannavaro sobre Henry, daba la ocasión a los bleus de ponerse por delante. Zidane asumió la responsabilidad y colocó el balón, tomó carrerilla consciente de que Buffon conocía el estilo de sus lanzamientos. Fijó los ojos en el balón y emprendió la carrera, más bien el trote, Buffon se venció a la izquierda tratando de ganar ventaja al tiro del francés y Zidane sorprendió al mundo entero con un sutil toque. Había tenido el arrojo de lanzar un penalty a lo Panenka en la final de un Mundial, parecía que el guión estaba escrito para que si la leyenda de Zizou no fuera suficiente, se engrandeciera aún más. Sin embargo, el gol de Materazzi devolvía la igualdad al marcador. Ni uno ni otro, sabían que serían los protagonistas del triste episodio que decidió la final. El partido llegó a la prórroga, parecía que el destino volvería a sonreír de nuevo a Zizou que dispuso de una ocasión para poner por delante a Francia, un gran cabezazo tras un centro desde la banda derecha, fue despejado por Buffon. En el minuto 110, sucedería el hecho que cambió la final y ha ensombrecido un poco el mito del francés. Tras una provocación de Materazzi, Zidane le propinó el archirepetido cabezazo que le valió la expulsión. La imagen de Zizou pasando al lado de la copa del mundo, era la imagen de la tristeza de sus muchos admiradores, que veían que el final soñado para la carrera de su ídolo, se había tornado en desgracia. La explusión de Zizou pareció desanimar a los franceses, que parecía que rehusaban ganar la copa sin su capitán. Los penalties decidieron la Copa para Italia, pero ya no importaba, el genio se había ido en silencio, cabizbajo. La leyenda abandonaba el fútbol por la puerta de atrás, su temperamento le jugó una mala pasada en el peor momento.

 Así acaba la historia del bailarín del balón, el futbolista al que merecía la pena ver solo por como trataba al balón. Deslizaba el balón de una pierna a otra y lo escondía, lo llevaba a donde podía dejarlo ver y lo volvía a mover. Todos esos movimientos iban acompasados, la plasticidad con la que jugaba no se la he visto a nadie más. Zizou, dejó un hueco que nadie ha podido llenar. El balón lo echa de menos, y los que lo admirábamos también. Un triste final para una carrera repleta de momentos eternos, pero los genios son así, y a Zizou le tocaba volver a la lámpara.

 Por haberme hecho disfrutar tantas y tantas veces. Merci Monsieur Zidane. 

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