Thiago, el niño que ya era mayor
Nácido en Brindisi ( Italia) el 11 de abril de 1991, ya que su padre militaba en las filas del Perugia en aquel momento, Thiago Alcantara ha ocupado las páginas de los periódicos deportivos de toda Europa en las últimas semanas. Su marcha al Bayern de su padre futbolístico, Pep Guardiola, ha dado mucho que hablar. Sobre todo, después de la impresionante Eurocopa Sub-21, en la que brilló junto a los Isco, Illarra, Rodrigo, Morata, Tello y compañía. Pero la historia de Thiago, se remonta a mucho tiempo atrás...
La primera vez que vi jugar a Thiago, no tendría más que 8 años, fue un partido que jugó contra el equipo de mi primo pequeño, era una liga local de futbol sala entre colegios. Jugaba en el equipo de Los Sauces, lo que más impresionaba de él, aparte de su innata calidad técnica, era como colocaba a sus compañeros. Parecía que aquel niño de 8 años, solo era el cuerpo, y un jugador veterano se había metido dentro. Tocaba, regateaba y marcaba con una facilidad pasmosa. En cuanto marcaba un gol, recibía el abrazo de sus compañeros y volvía presto a su posición, como si necesitara volver a robar el balón urgentemente para volver a tocarlo. Su entrenador, consciente del "abuso" dosificaba los minutos de aquel pequeño genio, pero su hambre seguía y seguía creciendo conforme pasaban los minutos, cuando era sustituido para no apabullar al otro equipo, se dedicaba a juguetear con el balón con su hermano Rafa. El resultado del partido fue muy abultado y los goles que marcó Thiago fueron la mayoría. Terminado el partido dio la mano a rivales, arbitro y entrenadores contrarios. Parecía un jugador que había jugado 200 partidos en primera. Todo esto ante la atenta mirada de su padre, que aquel momento era un ídolo local. Mazinho, veía los partidos apartado de los padres curiosos, queriendo ceder el protagonismo a su hijo, con gesto serio y analizando cada jugada de Thiago. Aplaudía y animaba muy de vez en cuando, Thiago sabía que lo estaba mirando y creo que eso lo hacía mejorar día a día. Su padre era un campeón del mundo, ídolo de una ciudad y su mentor. Quién mejor que él para corregir a su hijo? Pero Thiago solo recibía asentimientos y ligeros aplausos, me imagino que en el coche de vuelta a casa o en otro momento debatirían sobre el partido.
Seguí viendo jugar a Thiago durante muchos partidos, hasta que fue llamado para hacer unas pruebas para jugar en la selección de Vigo de fútbol sala, la Federación Gallega organizaba partidos entre las principales ciudades y capitales de provincia, obviamente Thiago fue seleccionado, pero con niños mayores que él. Mi hermano, que también fue uno de los seleccionados, recuerdo que dijo esta frase: " Es demasiado bueno". Y era verdad, era demasiado bueno. Ni que decir tiene que era el mejor del equipo y que todo el equipo disfrutaba de su juego. Pronto el fútbol sala se le quedó corto y pasó al campo grande. Pero no había campo grande para Thiago, la jerarquía que tenía siendo un niño es la misma que exhibió en la final del Europeo contra Italia. El rumor de que el hijo de Mazinho venía a jugar corría como la pólvora por los campos de Vigo, todo el mundo quería verlo, pero nadie quería sufrirlo. Llegó el momento en que Thiago emprendió el viaje a Barcelona, para no regresar nunca a Vigo (futbolísticamente hablando), se fue como el hijo de Mazinho y ahora es uno de los grandes jugadores de Europa. Los que lo vimos jugar de pequeño sabíamos que llegaría lejos, muy lejos. Ahora que su progresión no se va a ver frenada y que va a poder crecer junto a su maestro Guardiola, el límite solo podrá ponerlo él. ¿Quién sabe? Igual el siguiente Balón de Oro español vuelve a ser un futbolista con raíces gallegas, como Luis Suárez. Lo que está claro es que con 22 años y con toda su carrera por delante el futuro solo le puede deparar grandes cosas. A pesar de ser campeón del mundo con Brasil en 1994, un referente para el Celtismo y un grandísimo jugador, Mazinho con el tiempo pasará a ser el padre de Thiago, aquel niño que jugaba como un adulto y ahora nos hace a todos disfrutar como a niños.
La primera vez que vi jugar a Thiago, no tendría más que 8 años, fue un partido que jugó contra el equipo de mi primo pequeño, era una liga local de futbol sala entre colegios. Jugaba en el equipo de Los Sauces, lo que más impresionaba de él, aparte de su innata calidad técnica, era como colocaba a sus compañeros. Parecía que aquel niño de 8 años, solo era el cuerpo, y un jugador veterano se había metido dentro. Tocaba, regateaba y marcaba con una facilidad pasmosa. En cuanto marcaba un gol, recibía el abrazo de sus compañeros y volvía presto a su posición, como si necesitara volver a robar el balón urgentemente para volver a tocarlo. Su entrenador, consciente del "abuso" dosificaba los minutos de aquel pequeño genio, pero su hambre seguía y seguía creciendo conforme pasaban los minutos, cuando era sustituido para no apabullar al otro equipo, se dedicaba a juguetear con el balón con su hermano Rafa. El resultado del partido fue muy abultado y los goles que marcó Thiago fueron la mayoría. Terminado el partido dio la mano a rivales, arbitro y entrenadores contrarios. Parecía un jugador que había jugado 200 partidos en primera. Todo esto ante la atenta mirada de su padre, que aquel momento era un ídolo local. Mazinho, veía los partidos apartado de los padres curiosos, queriendo ceder el protagonismo a su hijo, con gesto serio y analizando cada jugada de Thiago. Aplaudía y animaba muy de vez en cuando, Thiago sabía que lo estaba mirando y creo que eso lo hacía mejorar día a día. Su padre era un campeón del mundo, ídolo de una ciudad y su mentor. Quién mejor que él para corregir a su hijo? Pero Thiago solo recibía asentimientos y ligeros aplausos, me imagino que en el coche de vuelta a casa o en otro momento debatirían sobre el partido.
Seguí viendo jugar a Thiago durante muchos partidos, hasta que fue llamado para hacer unas pruebas para jugar en la selección de Vigo de fútbol sala, la Federación Gallega organizaba partidos entre las principales ciudades y capitales de provincia, obviamente Thiago fue seleccionado, pero con niños mayores que él. Mi hermano, que también fue uno de los seleccionados, recuerdo que dijo esta frase: " Es demasiado bueno". Y era verdad, era demasiado bueno. Ni que decir tiene que era el mejor del equipo y que todo el equipo disfrutaba de su juego. Pronto el fútbol sala se le quedó corto y pasó al campo grande. Pero no había campo grande para Thiago, la jerarquía que tenía siendo un niño es la misma que exhibió en la final del Europeo contra Italia. El rumor de que el hijo de Mazinho venía a jugar corría como la pólvora por los campos de Vigo, todo el mundo quería verlo, pero nadie quería sufrirlo. Llegó el momento en que Thiago emprendió el viaje a Barcelona, para no regresar nunca a Vigo (futbolísticamente hablando), se fue como el hijo de Mazinho y ahora es uno de los grandes jugadores de Europa. Los que lo vimos jugar de pequeño sabíamos que llegaría lejos, muy lejos. Ahora que su progresión no se va a ver frenada y que va a poder crecer junto a su maestro Guardiola, el límite solo podrá ponerlo él. ¿Quién sabe? Igual el siguiente Balón de Oro español vuelve a ser un futbolista con raíces gallegas, como Luis Suárez. Lo que está claro es que con 22 años y con toda su carrera por delante el futuro solo le puede deparar grandes cosas. A pesar de ser campeón del mundo con Brasil en 1994, un referente para el Celtismo y un grandísimo jugador, Mazinho con el tiempo pasará a ser el padre de Thiago, aquel niño que jugaba como un adulto y ahora nos hace a todos disfrutar como a niños.
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