Maradona, la pelota no se mancha

 Poco o nada queda que decir de Maradona, pero desde aquí, quiero hacerle mi pequeño homenaje al mejor jugador que he visto en mi vida. Hoy cumple cincuenta y cuatro años envuelto una vez más en una nueva polémica, pero aquí solo nos interesa el fútbol, así que Feliz cumpleaños D10S!


                                     

La vida, no parecía tener guardada una historia tan grande para Diego Armando Maradona. Criado en Villa Fiorito, en una familia de origen humilde, el destino de Diego no parecía la eternidad. Pero allí, en los potreros, comenzó a fraguarse la historia más grande jamás contada en el planeta fútbol. Una historia con sus alegrías y sus tristezas, sus luces y sus sombras, pero siempre con el sello inconfundible de Diego. Amado y odiado a partes iguales, ensalzado hasta la máxima potencia por los mismos que luego lo criticaron, aclamado y denostado, Diego tenía y tiene el don de no dejar a nadie indiferente. Haga lo que haga, diga lo que diga, Maradona siempre tendrá críticos y seguidores. Posiblemente, ese sea uno de los estigmas de haberse convertido en leyenda.


 El documental sobre la vida de Diego, "Vida, palabra y goles", arranca con la presentación sobre el 10 a cargo del actor argentino Miguel Ángel Sola. En la misma, Sola afirma que no se puede hablar de Diego sino es desde el punto de vista de la poesía. Igual la frase es un poco exagerada, pero para hablar de Diego, hay que ponerse serios y sobre todo, hacerlo como todo lo que hacía él en el campo, con el corazón. He visto ese documental unas treinta veces, y cada vez que lo vuelvo a ver, vuelvo a emocionarme, sobre todo con la parte final, pero a ese momento, ya llegaremos.

Las características físicas del 10 no eran las idóneas para poder triunfar en el fútbol, bajito y tendente a coger peso, parecía imposible que pudiera medrar en el mundo del fútbol. Pero Diego nació con un don, su pierna izquierda era una varita mágica con la que podía convertir en oro todo lo que hacía. Sus trucos de alquimista comenzaron en Los Cebollitas, equipo de barrio en el que Diego destacaba por encima de todos sus compañeros de potrero. Ahí empezaba la carrera futbolística del genio argentino, y por ende la historia del mejor jugador de la historia. Diego ya apuntaba maneras, y llamaba la atención de propios y extraños. Tal era la calidad del niño, que en los descansos de los partidos de Argentinos Juniors, el pequeño Maradona saltaba a la cancha a hacer "jueguitos". El público, asombrado con la calidad de aquel niño, no sabía que estaba viendo a su futuro ídolo. Cuenta la leyenda, que como a Diego nunca se le caía el balón, tenían que pedirle que saliera del campo, ya que los jugadores ya estaban listos para la segunda parte y Diego no dejaba caer la pelota. 

 El 20 de Octubre de 1976, en la cancha de de Argentinos Juniors y con el 16 a la espalda, Diego saltaba al campo a la temprana edad de 15 años, debutando así cómo profesional. Como una premonición de lo que depararía la carrera de Diego, en el primer balón que tocó, hizo un caño a un jugador de Talleres. A partir de ahí, comenzaba la leyenda. Pero la carrera de Diego, no es solo una carrera de éxitos, sino también de decepciones. Habiendo ya jugado con la albiceleste algunos partidos, Menotti, por aquel entonces seleccionador de Argentina, lo dejaba fuera de la lista de convocados para el Mundial de Argentina 78. Una decisión, que como siempre que se trata de Diego, no dejó indiferente a nadie, numerosos medios criticaban a Menotti, pero pasada la cita, y con Argentina campeona del mundo, la afición y los periodistas olvidaron el "detalle" de que Diego no participara en el Mundial. Sin embargo, Diego era algo que no había dejado pasar, y desde aquel día, Menotti ya no sería santo de su devoción. La respuesta de Diego a su no convocatoria, fue anotar dos goles y dar dos asistencias en el partido ante Chacarita. La consagración llegaría en el Mundial juvenil del 79 en Japón, donde Diego, guiaría a la albiceleste a conseguir el triunfo. Elegido jugador del torneo, parecía que el 10 tenía cumbres más altas que escalar. El 22 de Febrero de 1981, daba comienzo la historia de amor más grande del fútbol argentino. Diego debutaba con la Xeneize, ante Talleres otra vez, en una Bombonera abarrotada. Las líneas de su historia futbolística escritas con tinta xeneize, son junto a las escritas con la albiceleste, las que más cariño despiertan en el 10. No porque las otras sean menos importantes, sino porque esas son las que ha escrito con más amor junto a su etapa en Napoles. Para celebrar su primer clásico contra River, Maradona regaló un gol para guardar en la hemeroteca, recogió un centro que venía de la derecha, y sentó al mito Fillol y al "Conejo" Tarantini. El gol dio la vuelta al mundo, demostrando que Diego ya comenzaba a adquirir una dimensión global. Ese día los de la banda sangre, comenzaron su odio particular hacia Maradona, que solo desaparecía cuando jugaba con Argentina.

En 1982 se concretaba su pase al Barcelona, con el importe más grande jamás pagado por un futbolista en España en aquel momento. Ese mismo año, Diego jugaría su primer Mundial. Las expectativas eran enormes, Argentina era la campeona vigente y llegaba a España como gran favorita. Por si fuera poco, Argentina contaba con su estrella emergente, que rodeada de los supervivientes del 78, parecía que conseguiría revalidar el título. En el segundo grupo de aquel Mundial, contra la que a la postre fue campeona Italia, Diego no pudo brillar debido al ya famoso marcaje de Gentile, que terminó por desquiciar a Diego. Las patadas recibidas en ese partido, no eran más que un aperitivo de lo que le esperaba cuando años después aterrizara en Napoles. El último partido de la albiceleste en aquel mundial, fue contra la inolvidable Brasil de Zico, Sócrates, Cerezo y compañía. Diego acabó expulsado y desquiciado, ya que el fracaso de la albiceleste, después de haber sido campeona cuatro años antes, era algo que dolía a todo el pueblo argentino y en especial a Diego. Las críticos descargaron en él la culpa del fracaso de Argentina en el mundial, aunque años después Diego se resarciría en México, ese Mundial siempre quedaría en su memoria. Tras el mundial, comenzaba la etapa en el Barça. Diego comenzó bien la temporada, pero le fue detectada un hepatitis que lo mantuvo alejado de los terrenos de juego buena parte de la misma. Su recuperación llegó tarde para ayudar a su equipo en liga, pero llegó a tiempo de conseguir dos Copas, la de la Liga y la del Rey. En la final de la Copa de la Liga, dejó un gol para el recuerdo en el Bernabéu, poniendo al mítico Juan Jose patas arriba. Diego recibía un pase en profundidad del Lobo Carrasco, driblaba al portero madridista, y en vez de tirar tras el regate, esperaba a San José para tumbarlo y marcar a placer. Diego dejaba su huella en el Bernabéu, ante el eterno rival, y evidenciaba que su clase era algo que no se podía comparar con nadie. El año siguiente comenzaba bien, pero la brutal entrada sufrida a manos de Goikoetxea, lo dejaba en el dique seco durante tres meses y medio. Diego tenía la oportunidad de desquitarse en la final de Copa contra el Ahletic, pero los bilbaínos se impusieron por uno a cero en una final que acabó en batalla campal. Diego, fue sancionado con tres meses en cualquier competición española debido a los incidentes de final de partido, e incluso tuvo que disculparse con el monarca mediante una carta . Las malas relaciones con la directiva azulgrana, lo llevaron al club en el que alcanzaría el zenit de su carrera. Napoles recibía con los brazos abiertos a su ídolo, y así comenzaba el período más exitoso en la carrera de Diego.

La Italia de aquella época, era un país dividido en dos, el norte y el sur. Esta situación de desigualdad, hacía de Italia un país de contrastes. Diego llegó a Napoles como un mesías, un salvador del club napolitano y una deidad para los habitantes del sur de Italia que lo veían cómo un nuevo ídolo. Su presentación en San Paolo, registró un lleno sin precedentes en la historia del fútbol. La locura por el 10 se había instalado en Napoles, y Diego no iba a fallar a sus aficionados. Sus dos primeras temporadas en el club fueron difíciles, aunque en la 85/86 consiguió clasificarse para la Copa de la UEFA. Ese mismo año, llegaría la explosión de Diego como jugador y su coronación como ídolo eterno entre los argentinos. El Mundial de México, supondría un antes y un después en la carrera de Diego, elevándolo así a la categoría de mito para todos sus compatriotas. Diego borraría cualquier duda sobre lo acontecido en el 82, y ya nadie recordaría aquel fracaso nunca más. 

La selección argentina llegaba a México con el firme propósito de mejorar el resultado del 82, para ello contaba con buenos jugadores como Burruchaga, Enrique, Valdano, Ruggieri y el propio Maradona. En la fase de grupos, Argentina pasó primera sin dificultades. En octavos de final, los esperaban los vecinos uruguayos, para disputar el eterno derbi del Río de la Plata. Uruguay, que contaba con el joven Francescoli, planteó un partido difícil a los argentinos, que solo pudieron ganar por la mínima. El momento álgido del Mundial, con permiso de la final, fue el enfrentamiento en cuartos de final contra Inglaterra. Aquel partido iba más allá de lo meramente futbolísitco, por las malas relaciones entre ambos países. El conflicto de las Málvinas aún estaba muy reciente, y aquello era más que un partido de fútbol para todos los argentinos, que se jugaban más que el pasar a semifinales de un Mundial. El 22 de junio de 1986, será recordado por dos goles que pasarán a la historia del fútbol. La Mano de Dios, un gol que juntaba todas las características de Diego, entrega para ir a luchar un balón que claramente era del portero, astucia para elevar la mano pocos centímetros por encima de la cabeza y pillería para celebrar el gol antes de que el línea pudiera arrepentirse. Para desgracia de Shilton, la vista del linier no fue la misma que la de los millones de espectadores que veían el partido por televisión, y esa jugada le perseguiría el resto de su vida deportiva. Las suplicas y protestas de los ingleses no fueron suficientes para que el gol no subiera al marcador, y Argentina se colocaba por delante en el marcador. 

 Entonces llegó el momento, probablemente el instante más importante en la carrera de Diego. Enrique le daba el balón quince metros antes de la línea de medio campo, dejando a Diego en una situación comprometida ya con dos rivales. Dicen los que estuvieron presentes en el estadio, que en ese momento, igual porque parecía una jugada intrascendente, se hizo el silencio en el estadio Azteca. Maradona controló el balón, y ahí comenzaba una jugada que quedaría grabada a fuego en la memoria del fútbol mundial. Casi 12 segundos, que narrados por Víctor Hugo Morales, parece que cobran vida, que el espectador corre al lado de Diego viendo como gambetea a todo lo que le sale a su paso. Esa jugada tiene historia, Maradona la había hecho en un amistoso antes de aquel Mundial, curiosamente ante el mismo rival, pero en Wembley. En aquella ocasión, Diego decidió tirar en vez de regatear al portero, pero aquel día, la chispa saltó y consiguió el mejor gol de la historia. Puede que el recuerdo de aquella jugada le viniera a la cabeza en esos doce segundos, pero según cuenta Valdano, y es algo que le da una mayor dimensión al gol, tras el partido, fue a felicitarlo por el gol. La contestación de Diego dejó a Valdano helado : " Estuve toda la jugada intentando pasarte el balón, pero no fui capaz ". No solo había marcado el mejor gol de la historia, sino que mientras sorteaba ingleses como si fueran conos, observaba el desmarque de Valdano al que para nuestro disfrute nunca llegó a pasar el balón. La jugada ha ido adquiriendo leyendas y pegas con el paso de los años, que si la defensa inglesa está blandita, que si Shilton se vence muy rápido, que tenían que haberlo parado antes. Sin embargo, si uno se olvida del balón y de Diego, puede ver en la cara de los jugadores ingleses, la mirada de alguien a quién se le escapa algo que no puede atrapar. El relato de Víctor Hugo aún me pone la piel de gallina, pero su voz era la voz de todo el pueblo argentino y su ¿ de que plante viniste ? era la pregunta que todos se hacían. Parecía inhumano haber marcado aquel gol, su heredero Messi haría una copia casi exacta años después, pero en condiciones muy diferentes. La narración de Morales, termina con un " Gracias dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 Inglaterra 0 ". Esas lágrimas, eran lágrimas de incredulidad, de alegría, de orgullo, de haber sido testigo de algo completamente mágico, y que como tal sería recordado para siempre. 

 El equipo de Bilardo era un equipo compacto y fuerte, que dejaba a Maradona total libertad para hacer y deshacer a su voluntad. La semifinal contra Bélgica fue una nueva exhibición del 10, dos goles, uno de ellos antológico, y a esperar a la temible Alemania de Rummenigge y Voller en la final. El choque no defraudó, Argentina ganaba por dos en el 55, pero dos goles a la salida de sendos córners de los citados antes, igualaban el choque a pocos minutos del final. Maradona se había guardado una última genialidad en la chistera, y faltando siete minutos, se inventó un pase para Burruchaga que terminó en gol. El gol mataba las aspiraciones germanas, que ya no podían remontar el partido, el árbitro pitó el final y el estadio Azteca estalló en un grito. A partir de ahí la locura, la imagen de Diego levantando la copa es la coronación de un mito, la conversión de un simple hombre en un D10S para los argentinos. Para los que nos gusta el fútbol, era la guinda a un mundial a la altura de un genio como Maradona. Buenos Aires se preparaba para recibir a su ídolo, y cuando Diego salió con la copa y la ofreció a los argentinos, todos sus compatriotas unieron su grito en uno.

 Diego volvía a Napoli como campeón del mundo, y no defraudó. Ese mismo año se proclamó campeón del Scudetto y de la Coppa, con el doble mérito de haber sobrevivido a patadas que hacían daño incluso a través de la televisión. Después ganó un campeonato de la UEFA y consiguió el segundo Scudetto para el Napoles, colocando así al sur de Italia en el mapa de una Italia que empezaba a mirar a Napoles. En 1990, Argentina llegaba al mundial del Italia como vigente campeona, el juego no acompañaba a los argentinos y pasaron a las eliminatorias como los mejores terceros. En el partido de octavos contra Brasil, un pase de Diego a Caniggia a falta de diez minutos, daba la clasificiación a Argentina, que tanto en cuartos contra Yugoslavia, como en semifinales contra Italia pasó por penalties. La imagen de Diego maldiciendo a los italianos que silbaban su himno dio la vuelta al Mundo. Los pitos no iban hacía los argentinos, el partido se celebraba en Turín, feudo enemistado con Maradona de por vida, y los italianos querían sacar a Diego de sus casillas. La final presentaba a los mismos contendientes de la edición anterior, Alemania y Argentina,  pero todo apuntaba a que Argentina podría no renovar el título. En un partido en el que parecía que a Argentina no le apetecía jugar, y que esperaba los penalties en los que tenía a su héroe Goicoechea, se decidió desde el punto de penalti, pero esta vez en el tiempo reglamentario, a favor de los alemanes. Diego perdía la oportunidad de conseguir su segundo mundial, a pesar de jugar infiltrado la mayoría de los partidos, el 10 no escatimó esfuerzos para llevar a su selección a lo más alto. 

 Tras el mundial volvió a Napoles, llegó el primer positivo por cocaína, y Diego empezaba su particular viacrucis. Lo sancionaron con quince meses de suspensión, y decidió volver a Buenos Aires. Meses después, en una maniobra más política que otra cosa, en un registro en casa de Diego, hallaban estupefacientes. Era arrestado y puesto en libertad bajo fianza, con la condena de ser ingresado en un centro de desintoxicación. Cumplida la sanción deportiva, Diego ya no volvería a Napoles y recaló en las filas del Sevilla. Su trayectoria en el club hispalense duró solo un año, pero la afición sevillista pudo disfrutar de algunos destellos de la magia del 10. Mi primer recuerdo de Maradona, es en el Estadio de Balaídos. Venía con el Sevilla, fue recibido con una atronadora pitada, pero la gente estaba allí para verlo. A los pitos e insultos varios, los acompañó una bola de papel albal procedente de algún bocadillo terminado. Diego, para asombro de todos, se encargó de controlar y dar unos toquecitos para devolver el trozo de papel a la grada. Los pitos cesaron y dieron paso a los aplausos. Desconozco si ese instante fue grabado, pero a mí me ha quedado grabado para siempre. A partir de ahí, mi inquietud y ganas de saber, me llevaron a escarbar en la carrera del Pelusa, y desde ese día, todo lo que tuviera que ver con Maradona despertaría en mi un gran interés. 

En 1993 regresó a Argentina, para militar en las filas de Newell`s. El comienzo fue alentador, pero la rodilla de Diego se resentía y la relación con el entrenador no fue buena. Abandonó el club tras disputar cinco partidos oficiales, dejando un golazo cómo huella de su paso por el equipo rosarino. Desde su sanción, solo había disputado dos partidos con la albiceleste, pero tras el batacazo del histórico 5-0 contra Colombia, Basile decidió llamar a Diego para la repesca con Australia. Diego jugó ambos partidos, y Argentina se metió en el Mundial de Estados Unidos, en el que sería su última cita internacional. El último tren mundialista pasaba para Diego, por ello se preparó como nunca. Bajó considerablemente de peso, fortaleció su maltrecha rodilla y en el primer partido contra Grecia, rodeado de grandes jugadores como Redondo, Caniggia o Batistuta, Maradona marcó el que sería su último gol en los mundiales. Acabado el segundo partido contra Nigeria, a Diego le tocó pasar el control antidopaje. La imagen de la enfermera llevándose a Diego de la mano, daría la vuelta al mundo. El resultado de aquel control fue nefasta, dio positivo por cinco sustancias diferentes. Diego declaró, que aquel día, "le cortaron las piernas". Su etapa con la selección llegaba a su fin. Sancionado nuevamente por 15 meses, volvió a Boca, su hogar. Tras varios vaivenes, un nuevo positivo y el amago de ingresar en una clínica Suiza para curarse de su adicción a la cocaína, puso fin a su carrera un 25 de Octubre de 1997, en el Clásico bonaerense contra River, que Boca ganó 2-1. Ironías del destino, fue sustituido por Juan Román Riquelme, su sucesor en el corazón de los aficionados de Boca. Así terminaba la carrera futbolística del más grande, a mi modo de ver, de la historia del fútbol. Una carrera con altos y bajos, pero que hizo de Diego el mejor jugador del momento y probablemente de la historia del fútbol.

 Y aquí va mi reflexión sobre Diego, meditada y razonada durante muchos años, discutida y modificada en diferentes ocasiones. Diego surgió en un país que necesitaba alegría, que necesitaba algo que representara toda su grandeza. Argentina podría ser uno de los mejores países del mundo, posee materia prima para ello. El problema de Argentina, a veces son los propios argentinos, y no es una frase mía, es una frase de argentinos. Diego, en su faceta, contribuyó a colocar a Argentina en lo más alto, pero luego la propia Argentina, se encargaba de poner a Diego por bandera de todo. Los propios aficionados, la prensa, sus compañeros y entrenadores, nos hemos encargado de elevar a Diego a la categoría de Dios. Por todo esto, todo lo que hace, todo lo que dice y todo lo que no hace ni dice, tiene trascendencia. Sobre todo en Argentina, pero en un mundo tan globalizado, una declaración de Diego en Dubai, es noticia a los diez minutos en Buenos Aires. A veces, nos olvidamos, que Maradona, no deja de ser un hombre, con sus miserias y sus grandezas, pero un hombre. Gigghia decía que Maradona era un fraude, porque no sabíamos desde cuando se drogaba. Mi respuesta es ¿ que hubiera sido capaz de hacer Diego si no se drogara ?. Mi última reflexión es la siguiente. Una vez terminado el futbolista, o el entrenador, hay un argentino que hoy cumple 54 años, que ha llevado sobre sus hombros cargas muy pesadas, ha pagado por sus errores y ha llevado la vida que ha querido o podido llevar. Se ha confesado drogadicto delante de millones de personas, ha intentado curarse en infinidad de ocasiones y parece que lo ha conseguido. Al final Diego, es el más común de los mortales, el que no sabíamos si era de este planeta o no, era el que entraba en un campo de fútbol. Ahí, cualquier comparación con el resto de nosotros, convertía a Diego en un Dios. A Maradona puedes quererlo o puedes odiarlo, pero ¿por que no amar al mito y dejar a la persona a un lado?. Para mí, ayer, hoy y siempre, Diego tendrá un lugar en mi corazón como amante del fútbol.  Cómo dijo el día de su homenaje en la Bombonera, con las mismas lágrimas en los ojos que tiene el que les escribe cada vez que lo ve.

"La pelota no se mancha" 

Grande Diego

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