Román, el hombre tranquilo
Juan Román Riquelme, debutó con la Xeneize en noviembre del 96, y se ha ganado un lugar entre los jugadores más queridos de la Bombonera.
Como todo jugador que comenzaba a despuntar en la época de los noventa en Argentina, se le esperaba como el sucesor de Maradona, las ganas de la hinchada argentina de llenar el hueco vacío por el 10 atribuía el rango de sucesor a cualquier proyecto de gran jugador que surgía de su inagotable cantera de talentos. Pero Román no encajaba en el prototipo de jugador que podría suceder a la deidad del fútbol argentino. Román tenía su estilo propio, pero la prensa y los aficionados se encargaban de cargarlo con la losa de ocupar el trono de Diego. De hecho, en su forma de caminar por el campo parecía que cargaba con ella literalmente, los hombros caídos como si el peso de todo lo que conllevaba ser el "Elegido" pudiera con él. Pero nada que ver, Román jugaba como si los demás tuvieran que esperarlo, como si el balón solo lo pudiera tener él y los demás necesitaran el permiso de Román para tocarlo.
Se echó la diez de Boca a la espalda sin cumplir la veintena, esa diez era demasiado para un niño, pero aceptó el reto y no defraudó. Un dominio del balón y los espacios en los últimos treinta metros que lo consagró en la liga argentina, pronto llamó la atención de los grandes de Europa, pero Román seguía a lo suyo. La exhibición en la final de la Intercontinental contra el Real Madrid, ganándole la espalda al incombustible Makelele y desarbolando el entramado defensivo madridista con cada pase que daba. Riquelme reinó en Japón y llegaba a Europa a seguir el reinado, pero en Barcelona, ni Van Gaal lo entendía ni Riquelme lo entendía a él. Colocando a Román en una banda, tiraba por tierra todo su talento. Fue un año difícil, en el que la estela de Román parecía que se difuminaría, como todos los sucesores de Diego. La llegada de Ronaldinho, lo empujó definitivamente a la salida de Can Barça. La imaginación, me lleva a pensar lo que podría hacer en el Barça actual, con "amigos" como Iniesta, Xavi, Cesc o Busquets.
Pero la luz que ilumina a toda estrella se encendió, cuando Pellegrini lo rescató para aquel Submarino amarillo que revolucionó el futból español y europeo. El sueño de Roig necesitaba un buque insignia, y la pieza que desencadenaba todo el engranaje era Román. Lo rodearon de jugadores que sabían que todo tenía que pasar por Román, ese era el riesgo y a la vez la certeza. Forlán, Arruabarrena, Sorín, el debutante Cazorla, Senna y compañía jugaban al ritmo que Román les marcaba. Con su estilo propio, cuando parecía que estaba cansado, que ya no podía correr, cambiaba el ritmo, protegía el balón, hacía una pausa y...todo se movía. El penalty fallado contra el Arsenal, resume su carrera como jugador. Sin él el Villareal no habría llegado tan lejos, con los ojos cerrados cualquiera de sus aficionados firmarían llegar a los últimos minutos y que si hubiera un penalty lo tirara él. Y así fue, Román colocó el balón, valiente, sabiendo que él era el responsable de haber llegado a allí y que en él recaía la responsabilidad. Otra vez el peso sobre sus hombros, tres pasos, mirada al arco, escupe a la derecha, escupe a la izquierda, espera a que el árbitro pite y arranca. Con él arrancaban todos los espectadores, el Villareal era el equipo de todos en ese momento. Miró al suelo, impropio de Román, golpeó al medio (siempre lo hacía cuando quería asegurar), Lehman aguantó y el resto ya lo conoce todo el mundo. La cara de Román reflejaba el pesar de sus aficionados, volvió a escupir, y a buscar otra vez el balón. Se acabó el sueño de los castellonenses, pero quedó grabada en su historia una gesta inolvidable, si hubieran llegado a la final, quién sabe si el Barça hubiera comenzado su ciclo histórico...
Al año siguiente Román se lesionó, y la distancia con Pellegrini y la directiva se hizo enorme y decidió volver a casa. En Boca lo esperaban con los brazos abiertos, ya no era el sucesor de Diego, era Juan Román Riquelme, campeón de la Libertadores, la Intercontinetal e ídolo de la Doce. Román volvió a impartir magisterio en Buenos Aires, pero tenía una cuenta pendiente con Argentina. Sabía que para ser eterno como D10S tenía que ganar un mundial, en el 2006 todo apuntaba a que podría pasar. La llegada de Messi y la nueva hornada de talentos argentinos, combinado con algunos grandes veteranos presagiaban un gran mundial. Román lucía la 10, esa de la que ya se había apoderado en Boca y que tenía que iluminar con la albiceleste. Golearon a Serbia, 6-0, con un fútbol que encandiló al mundo, pasaron con apuros contra México, pero los de Pekerman cayeron ante la anfitriona Alemania. El sueño se esfumaba, pero Román tenía una nueva chance en Sudáfrica. Todo parecía escrito por un guionista forofo de la albiceleste, el dios argentino era el seleccionador, el Messias afrontaba con la madurez suficiente su primer gran reto y Román llegaba a su última gran cita sabiendo que era la última. Era allí o nunca. Pero Diego no supo lidiar con Román, Messi se quedaba sin socio. Algunos le echaban la culpa al ego de Diego, otros al de Román. El sueño se acabó. No habría Copa del Mundo para Riquelme, que se tendría que conformar con los JJOO de Pekín de 2008 como mayor éxito con la selección. Un lunar. que no empaña la carrera de un auténtico fuera de serie
Tras ese desacuerdo con Diego, llegaron más con Boca, parecía como si Román se peleara con el mundo. La retirada se confirmó, pero el primer amor siempre tira más que ninguno, y Román decidió volver de la mano de Bianchi a seguir iluminando la Bombonera. El día que se canse, lo dejará. Pero siempre quedará en el recuerdo de Boca, Villareal y los amantes del buen fútbol.
No fue el sucesor de Maradona, pero la pregunta es: ¿Habrá sucesor para Román?
Se echó la diez de Boca a la espalda sin cumplir la veintena, esa diez era demasiado para un niño, pero aceptó el reto y no defraudó. Un dominio del balón y los espacios en los últimos treinta metros que lo consagró en la liga argentina, pronto llamó la atención de los grandes de Europa, pero Román seguía a lo suyo. La exhibición en la final de la Intercontinental contra el Real Madrid, ganándole la espalda al incombustible Makelele y desarbolando el entramado defensivo madridista con cada pase que daba. Riquelme reinó en Japón y llegaba a Europa a seguir el reinado, pero en Barcelona, ni Van Gaal lo entendía ni Riquelme lo entendía a él. Colocando a Román en una banda, tiraba por tierra todo su talento. Fue un año difícil, en el que la estela de Román parecía que se difuminaría, como todos los sucesores de Diego. La llegada de Ronaldinho, lo empujó definitivamente a la salida de Can Barça. La imaginación, me lleva a pensar lo que podría hacer en el Barça actual, con "amigos" como Iniesta, Xavi, Cesc o Busquets.
Pero la luz que ilumina a toda estrella se encendió, cuando Pellegrini lo rescató para aquel Submarino amarillo que revolucionó el futból español y europeo. El sueño de Roig necesitaba un buque insignia, y la pieza que desencadenaba todo el engranaje era Román. Lo rodearon de jugadores que sabían que todo tenía que pasar por Román, ese era el riesgo y a la vez la certeza. Forlán, Arruabarrena, Sorín, el debutante Cazorla, Senna y compañía jugaban al ritmo que Román les marcaba. Con su estilo propio, cuando parecía que estaba cansado, que ya no podía correr, cambiaba el ritmo, protegía el balón, hacía una pausa y...todo se movía. El penalty fallado contra el Arsenal, resume su carrera como jugador. Sin él el Villareal no habría llegado tan lejos, con los ojos cerrados cualquiera de sus aficionados firmarían llegar a los últimos minutos y que si hubiera un penalty lo tirara él. Y así fue, Román colocó el balón, valiente, sabiendo que él era el responsable de haber llegado a allí y que en él recaía la responsabilidad. Otra vez el peso sobre sus hombros, tres pasos, mirada al arco, escupe a la derecha, escupe a la izquierda, espera a que el árbitro pite y arranca. Con él arrancaban todos los espectadores, el Villareal era el equipo de todos en ese momento. Miró al suelo, impropio de Román, golpeó al medio (siempre lo hacía cuando quería asegurar), Lehman aguantó y el resto ya lo conoce todo el mundo. La cara de Román reflejaba el pesar de sus aficionados, volvió a escupir, y a buscar otra vez el balón. Se acabó el sueño de los castellonenses, pero quedó grabada en su historia una gesta inolvidable, si hubieran llegado a la final, quién sabe si el Barça hubiera comenzado su ciclo histórico...
Al año siguiente Román se lesionó, y la distancia con Pellegrini y la directiva se hizo enorme y decidió volver a casa. En Boca lo esperaban con los brazos abiertos, ya no era el sucesor de Diego, era Juan Román Riquelme, campeón de la Libertadores, la Intercontinetal e ídolo de la Doce. Román volvió a impartir magisterio en Buenos Aires, pero tenía una cuenta pendiente con Argentina. Sabía que para ser eterno como D10S tenía que ganar un mundial, en el 2006 todo apuntaba a que podría pasar. La llegada de Messi y la nueva hornada de talentos argentinos, combinado con algunos grandes veteranos presagiaban un gran mundial. Román lucía la 10, esa de la que ya se había apoderado en Boca y que tenía que iluminar con la albiceleste. Golearon a Serbia, 6-0, con un fútbol que encandiló al mundo, pasaron con apuros contra México, pero los de Pekerman cayeron ante la anfitriona Alemania. El sueño se esfumaba, pero Román tenía una nueva chance en Sudáfrica. Todo parecía escrito por un guionista forofo de la albiceleste, el dios argentino era el seleccionador, el Messias afrontaba con la madurez suficiente su primer gran reto y Román llegaba a su última gran cita sabiendo que era la última. Era allí o nunca. Pero Diego no supo lidiar con Román, Messi se quedaba sin socio. Algunos le echaban la culpa al ego de Diego, otros al de Román. El sueño se acabó. No habría Copa del Mundo para Riquelme, que se tendría que conformar con los JJOO de Pekín de 2008 como mayor éxito con la selección. Un lunar. que no empaña la carrera de un auténtico fuera de serie
Tras ese desacuerdo con Diego, llegaron más con Boca, parecía como si Román se peleara con el mundo. La retirada se confirmó, pero el primer amor siempre tira más que ninguno, y Román decidió volver de la mano de Bianchi a seguir iluminando la Bombonera. El día que se canse, lo dejará. Pero siempre quedará en el recuerdo de Boca, Villareal y los amantes del buen fútbol.
No fue el sucesor de Maradona, pero la pregunta es: ¿Habrá sucesor para Román?
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