Erase una vez...

 Erase una vez, una pequeña gran ciudad llamada Vigo, y en ella había un club de fútbol. Ese club que había sido la unión entre dos antiguos equipos, el Real Fortuna y el Vigo Sporting, nacía el 23 de agosto de 1923. El nombre elegido sería Real Club Celta de Vigo, y su estadio Balaídos. Pero esta no es una historia sobre este gran club, es una historia sobre un período de sus noventa años, que para el que les escribe quedará grabada para siempre en su memoria.



 Todo comenzó con un presidente que llegaba al cargo tras un período turbulento en el club, Horacio Gómez. Este presidente, que tenía en mente colocar al Celta en los puestos altos de la Liga, delegó la faceta deportiva en Félix Carnero. Este último se convertiría en director deportivo, y de su mano llegaron al club algunos de los mejores jugadores de su historia. Eran tiempos de bonanza económica, ya que los derechos televisivos permitían hacer un desembolso, que en otro tiempo sería imposible. Esto dio un poco de manga ancha a Carnero, que pudo hacer algunos fichajes que en otro tiempo serían poco menos que utópicos.  

 Sin embargo, hacía falta un director de orquesta para la corte de grandes músicos que iba a tener el equipo. El elegido, fue un entrenador que venía de dos sonoros fracasos, y que además había sido el verdugo de la última gran posibilidad celeste de conquistar un título. Víctor Fernández era el entrenador de aquel Zaragoza, que gracias al penalty fallado por Alejo, arrebató al Celta la final de Copa del Rey de 1994. El aragonés apostaba por un fútbol atractivo, en el que el balón era el hilo conductor del juego. El Celta ya tenía su director de orquesta, ahora faltaba contratar a los mejores músicos. 

 Algunos jugadores ya estaban en la plantilla celeste, cómo el caso de Patxi Salinas, Berges o Mostovoi. El caso del ruso era el más preocupante, ya que parecía no adaptarse a la ciudad ni al club. Incluso en un partido en el Molinón, a punto estuvo de abandonar el campo alegando una lesión. Solo el carácter de Salinas, consiguió que el ruso se quedara en el campo. Para hacer más fácil la adaptación, el Celta dio con la tecla al contratar a otro ruso, aunque de origen estonio. Valery Karpin, viejo conocido de la Liga, que ya había pasado por la Real Sociedad y venía de un Valencia que no contaba con él, fue el mejor socio para el ruso. 

 Un joven Michel Salgado, que había ido a hacerse mayor al Salamanca, volvía a Vigo para triunfar en casa. Pero al equipo aún le faltaban algunas guindas, sobre todo en el centro del campo, y Félix se puso manos a la obra. También del Valencia, un campeón del mundo venía a impartir magisterio en el centro del campo vigués. Iomar Do Nascimento, Mazinho, sería el capitán general del centro del campo del equipo celeste. Algunos de estos jugadores llegaron antes que Víctor Fernández, pero la historia comienza con la llegada del técnico aragonés. Además de Mazinho, que ya llevaba una temporada en Vigo, llegaba un jugador francés de origen africano. Este jugador, que junto a Mazinho tuvo la mejor formación posible para el resto de su carrera, no era otro que el gran Makelele.

 La delantera, en la que el Celta contaba con el Romario de Aldaya, Juan Sánchez, y el mito Gudelj, se vio reforzada con un comandante del ejército búlgaro. Después de pasar por una cruda enfermedad, y pasar por las filas de Valencia, Atlético de Madrid y Compostela, Lubo Penev llegaba a Vigo para dar un cursillo de cómo jugar de espaldas al fútbol. La portería también se reforzó, y al Celta llegó un portero francés, parecido al mítico Ed Warner de Oliver y Benji. Richard Dutruel, se haría el dueño de la meta celeste durante la etapa dorada. Pero aún quedaba un fichaje más, quizá el más exótico, por la procedencia del jugador, pero quizá el de más calidad de todos. Haim Revivo, se convertía en el primer israelí en jugar en el conjunto vigués. La zurda del 9 celeste, sería una de las claves de este Celta. Para la línea de centrales, los elegidos fueron dos. Un viejo conocido de Fernández en Zaragoza, Fernando Cáceres, y un central de la antigua Yugoslavia que venía con su hermano. Goran y Zoran Djorovic, que venían en el mismo paquete, dieron resultados diferentes. Zoran no tenía el nivel de Doran, pero en aquella época los hermanos venían a los clubes de dos en dos. De Goran, sólo puedo decir que es el central con mayor calidad técnica que pude ver en directo. 

 El equipo estaba formado, y el once titular era el siguiente. Dutruel en portería, Michel Salgado en el lateral derecho, Cáceres y Djorovic de centrales y Berges de lateral izquierdo. El centro del campo, era aún mejor que la defensa. Mazinho y Makelele de medio centros, Revivo por la izquierda, Karpin por la derecha y Mostovoi de media punta. El delantero centro, era un Lubo Penev que se hinchó a meter goles y a dar asistencias a sus compañeros. Y a partir de ahí, acudir a Balaídos se convertía en una fiesta. Para un niño era como ir al parque de atracciones, y para un adulto mejor que ir a ver el Lago de los Cisnes. Todo era una armonía y una velocidad nunca vistas en aquel estadio, combinaciones en corto, desplazamientos largos, regates imposibles y un aura que lo convertía todo en mágico. Los noventa minutos en Balaídos se hacían cortos, y el aficionado se iba siempre con la sensación de que había vivido una fiesta. 

 Aquel gran juego, se tradujo en resultados. El equipo, que volvía a jugar competición europea treinta años después, comenzaba su andadura UEFA ante el Arges Pitesti. El conjunto rumano era la primera parada para los de Vigo, al que conseguían ganar en Rumanía 0-1 con gol de Sánchez. En la vuelta, el estadio de Balaídos se engalanaba para su primer partido de competición Europea. El ciclón celeste, arrolló a los rumanos por 7-0, y el estado de felicidad se instauró en la ciudad. Durante noventa minutos, la gente que acudía al estadio se preparaba para ver un espectáculo nunca visto antes. Los problemas se quedaban antes de los tornos, y las caras de felicidad se veían en todos los aficionados. La siguiente ronda deparaba un hueso, el Aston Villa inglés, y eso ya eran palabras mayores. 

 El conjunto de los villanos, que contaba con su goleador Collymore cómo estrella, consiguió llevarse la victoria del estadio de Balaídos. Sin embargo, aquel partido dejó una jugada que no terminó en gol, pero que será recordada por siempre entre los aficionados celtistas. La conocida cómo jugada de los amagos, comenzaba con un pase desde el lateral derecho. Karpin dejaba pasar, al igual que Mostovoi y Penev. El lanzamiento de Mazinho, se marchaba por poco fuera y el estadio lo celebraba cómo un gol. El partido de vuelta, se antojaba cómo la última parada de aquel equipo en Europa. 

 Llegó el día del partido, y el Celta salió a Villa Park sin complejos, con Sánchez y Penev en punta y a jugar de tú a tú a los villanos. Pero el baile celeste, fue demasiado para los ingleses, que vieron cómo un ciclón de juego pasaba por encima de ellos. El gol de Sánchez, que vino tras una combinación de dieciocho pases de los de Balaídos, ponía las tablas en la eliminatoria. Un golazo de falta de Mostovoi, y un gol de Penev daban el pase a los de Vigo. Tras derribar el primer gran escollo, tocaba el gordo en el bombo de octavos. El Liverpool de Michael Owen visitaría Vigo, y los celestes conocerían lo que era jugar en Anfield. 

 El partido de Vigo, volvió a ser una fiesta. Una genialidad de Mostovoi, que dejó un taconazo para que Revivo centrara al área era el preludio del gol. Sánchez, con su templanza habitual asistió de cabeza a Mostovoi que envió el balón a la red para luego encararse con Carragher, en una muestra más del "genio" del ruso. Balaídos enloquecía y la felicidad era total, sin embargo los ingleses empatarían. Pero aquel Celta no se rendía, y a la salida de un córner, Karpin marcaba el 2-1 para regocijo de la grada. La traca final, llegó cuando el ídolo local, Vlado Gudelj ponía el 3-1 final. La grada enloquecía, y la vuelta en Anfield ya no daba tanto miedo. El partido de Liverpool fue mucho más tranquilo, y una genialidad de Revivo, muy parecida al aguanís de Raúl, daba el pase a la siguiente ronda al equipo celeste. 

 El sueño continuaba, y en cuartos de final esperaba el Marsella. Un equipo que contaba con Luccin, Pires y Maurice cómo grandes peligros. El partido del Velodrome fue muy disputado, y el 2-1 se antojaba fácil de levantar en Balaídos tras haber tumbado a Villa y Liverpool. Sin embargo, aquel día la suerte no estuvo del lado de los celestes y no pudieron pasar del 0-0 con el que sería subcampeón. Las lagrimas eran la tónica de las caras de los aficionados celestes, algunos por ver cómo se escapaba el sueño y otros porque temían no volver a disfrutar de algo así nunca más.

 En Liga, la fiesta también era continua. Goleadas, victorias a los grandes y un partido para el recuerdo. El todopoderoso Real Madrid, tenía que arrodillarse ante el conjunto vigués. En una primera parte fabulosa, se iba al descanso con 4 goles en contra. El partido terminaba con 5-1, pero la exhibición de juego celeste fue impresionante e inolvidable. La gran actuación en Liga volvía a clasificar al equipo para la UEFA, y el año siguiente sería de nuevo inolvidable. 

 Al equipo se incorporaron jugadores nuevos, cómo el gran Gustavo López, Juanfran, Velasco,  Giovanella, Turdó o McCarthy, y se fueron algunos cómo Penev o Salgado. El Celta comenzaba su andadura en UEFA ante el Laussane, y el resultado en Suiza era preocupante. El 3-2 de la ida, fue levanto por los celestes en Vigo con un contundente 4-0. Esa no sería la última de las goleadas del equipo vigués en la competición, pero a eso ya llegaremos. El equipo seguía divirtiendo a su afición, con un Mostovoi imperial y con Karpin cómo su lugarteniente. El carácter que imprimía el ruso era contagioso, para el equipo y para la grada. El Aris sería el siguiente rival, y el infierno griego parecía que podría con los celestes, pero el 2-2 de la ida se contrarrestó con el 2-0 en Balaídos.

 La fiesta comenzaría en dieciseisavos de final, con un rival cercano que facilitaba el movimiento de aficionados rivales a Balaídos, el Benfica parecía un hueso duro de roer. En un estadio abarrotado, en el que la afición celeste tuvo que hacer un esfuerzo para superar a la encarnada, la fiesta comenzó pronto. Un penalty sobre Gustavo, era la oportunidad celeste para ponerse por delante. Karpin ponía el 1-0, y la fiesta comenzaba en Balaídos. En una jugada típica de aquel Celta, Makelele ponía el 2-0 para delirio de la grada. El 3-0 de Turdó, tras un enorme pase de Mostovoi, y que el argentino marcaba de vaselina hacía rugir al estadio nuevamente. En un córner, antes de llegar al descanso, un cabezazo de Juanfran ponía el 4-0 y la noche ya era histórica. Cuando parecía que la noche no podía mejorar, el 5-0 de Turdó a la contra parecía que sería el broche final a la noche, pero aún quedaba más. En una falta lateral, un gran centro de Gustavo, era rematado por Karpin para poner el 6-0. Mostovoi ponía el broche final, con un 7-0 que pasará a la historia del fútbol vigués y del fútbol continental. El Benfica hincó la rodilla, y en Da Luz lo que se vio fue un sucedáneo de partido. 

 Para octavos de final, tocaba otro campeón de Europa, la todopoderosa Juventus de Turín. El equipo transalpino, que contaba en sus filas con Del Piero, Zidane, Van der Sar, Davids e Inzaghi entre otros, parecía el rival más difícil que le podía tocar al cuadro celeste. El partido de Turín, dejó muy a las claras que la eliminatoria no sería ni mucho menos fácil. El Celta debía levantar un 1-0, y Balaídos volvía a engalanarse para otra noche histórica. La gran defensa italiana, se antojaba difícil de superar por el ataque celeste, pero el muro solo duró 30 segundos. Los que tardó Makelele, tras una enorme jugada de Mostovoi, en marcar el gol que empataba la eliminatoria. El gol en propia puerta a la salida de un córner, ponía el 2-0 a favor de los celestes y la locura volvía a la grada. La roja a Montero, ponía el partido cuesta arriba a los italianos, y ya no serían capaz de levantarse. La cantada de Van der Sar, ponía en bandeja el gol de McCarthy, la locura era total y la alegría era infinita. Llegaba el cuarto, y la Vecchia Signora hincaba la rodilla, y el aficionado vigués creía más que nunca que aquel año caería un título. 

 Sin embargo, en los cuartos de final, el Lens francés se impuso al equipo celeste. El 0-0 de Balaídos, fue poca renta para la vuelta en Francia. El equipo minero, se impuso por 2-1 a los celestes y el sueño volvía a desparecer. Al año siguiente, en otra gran participación en la competición, las esperanzas se frustraron cuando tocó el turno de enfrentarse en cuartos al Barça. El 2-1 en el Camp Nou, parecía un resultado asequible para la vuelta, pero el 3-2 no fue suficiente para pasar a semifinales. Entre Markus Merk y su línea, se encargaron de hacer que el Barça pasara a la siguiente ronda. El sueño volvía a terminar en cuartos de final, y la participación en UEFA se terminaba. Tras tres años de ensueño, la locura terminaba.

 Aquel equipo merecía un título para sellar su etapa dorada, y la final de Copa del Rey ante el Zaragoza en Sevilla, parecía que sería el broche de oro a una generación y a un estilo de juego. El tempranero gol de Mostovoi, y una superlativa jugada en la que casi marca el segundo, daban a entender que el Celta se llevaría el título. Sin embargo, Aguado empataría en el 24 y el penalty transformado por Jamelli y el postrero gol de Yordi dejaban sin premio al equipo. Las lágrimas de los jugadores, eran secundadas por los aficionados desplazados hasta Sevilla, que veían cómo el sueño volvía a desparecer. 

 El único premio que le quedaba a aquel equipo, era clasificarse para la Champions, ya sin Víctor Fernández. La última jornada de la temporada 2002/2003, y con el equipo de los primeros años totalmente cambiado, se presentaba cómo la gran oportunidad. La Real Sociedad venía a Vigo a jugarse la Liga, y el Celta el premio de la Champions. El gol del egipcio Mido desataba la locura en Balaídos, el sueño se cumplía y la música de la Champions sonaría en Vigo. Las lágrimas de Mostovoi en el vestuario, abrazado al presidente, eran las lágrimas de alegría de toda la ciudad que conseguía ver el objetivo que siempre terminaba escapándose por fin cumplido. 

 El día que sonó la música de la Champions en Balaídos, las lágrimas corrían por las caras de los aficionados celestes. Eran lágrimas de emoción, de el sueño cumplido. El fútbol de seda que se había visto, las exhibiciones ante los grandes de Europa, las goleadas a Barça y Real Madrid, todo se veía recompensado con aquella música. El Celta pasó el grupo con apuros, gracias a aquel gol de José Ignacio en San Siro. Un grupo en el que estaban Brujas, Ajax y Milan. Dos empates y dos victorias, fueron suficientes para pasar a octavos. Allí esperaba el gran Arsenal de Henry, Vieira, Pires, Ljumberg, Reyes y compañía. El partido de Balaídos, fue la última fiesta europea de aquel Celta, el 2-3 que se llevaron los ingleses al viejo Highbury fue más que suficiente para que con espacios, el Arsenal matara al Celta con un 2-0 en la vuelta. La aventura terminaba, y además esa temporada el equipo descendía a Segunda. El sueño terminaba, y la época gloriosa del Celta también.

 El cuento termina aquí, pero es un cuento que ha tenido muchos personajes. Un gran entrenador, unos grandes jugadores, una gran secretaría técnica y una afición entregada. En la pequeña gran ciudad, algunos aún recordamos aquel fútbol de seda. Los cambios de banda de Mazinho, la brega de Makelele, la magia de Mostovoi, la entrega de Karpin, la fuerza de Míchel Salgado, la clase de Djorovic, la zurda de Gustavo, el coraje de Cáceres  y el talento de Revivo. No fue un sueño, ni tan siquiera un cuento, fue la época en la que el mejor fútbol de Europa se jugaba en Vigo. Los que pudimos disfrutarlo, lo contaremos a nuestros nietos cómo un cuento, y lo añoraremos cada vez que entremos al estadio. Por aquellos años, y por todo lo que nos hicieron disfrutar a los vigueses, estaremos en deuda con ellos eternamente. Colorín colorado, este cuento se ha acabado. 




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