Cristiano Ronaldo, soldado universal

  Dicen que muchos futbolistas no nacen en la época en la que deberían, que de nacer en otro momento, pasarían a la posteridad y su dominio no se discutiría jamás. Puede que con Cistiano Ronaldo, estemos ante uno de esos jugadores.


 
  Los que nos cuentan la historia de Cristiano, nos cuentan una historia de superación y de crecimiento continuo. Una infancia en la que tuvo que dejar su humilde barrio Madeirense, para recalar en la fructífera cantera del Sporting de Lisboa. Pero los días en la Academia, no fueron fáciles para el portugués. Al fin y al cabo, no era más que un niño que abandonaba su casa en busca de un sueño. Su familia quedaba a kilómetros de distancia, separados por el mar Atlántico, el niño que partió de Madeira intentaba progresar en Lisboa. Un acento muy marcado, hacía que las burlas fueran constantes, cuenta la leyenda que llegó a levantar una silla en clase pidiéndole a la profesora que cesaran las continuas mofas. Pero Cristiano se sobrepuso a todo eso, el muchacho delgado, desgarbado, pero con una técnica que llamaba la atención. En la cantera Sportinguista, fue puliendo aquella técnica con la que había llegado, y añadiéndole una velocidad endiablada.

    En esa misma cantera, coincidió con un jugador que se asemejaba a él, un Ricardo Quaresma, en el que los lisboetas pusieron todas sus esperanzas. Sin embargo, Cristiano debutaba con el primer equipo lisboeta y marcaba al poco de entrar en el campo. La salida de Quaresma rumbo al Barça, lo dejaba como la gran esperanza de la cantera Sportinguista. Pero llegó el día que lo cambió todo, el Manchester United se presentaba en el José Alvalade de Lisboa para jugar un amistoso contra el Sporting. Cristiano volvió loca a la defensa de los de Ferguson, cuenta la leyenda, que en el vuelo de vuelta a Manchester, los propios jugadores pidieron al escocés el fichaje de aquel regateador que los había vuelto locos. Ferguson accedió a la petición y Cristiano ponía rumbo a la Premier, el lugar donde se daría a conocer en el planeta fútbol.

  Cristiano llegaba a Manchester, y en una muestra de personalidad, solicitaba el número 7 que había dejado vacante Beckham. Los inicios en tierras inglesas fueron difíciles, los aficionados de Manchester se reían cuando Cristiano intentaba regates que no le salían, incluso era objeto de mofa en los campos rivales. Pero Ronaldo no se rinde nunca, siguió dejando detalles de calidad, a veces llenando su juego de demasiada pompa, demasiado artificio y poca eficacia. Era un regateador impresionante, con unos detalles técnicos al alcance de muy pocos, pero a veces no eran más que detalles para la galería. Esto llevó a los aficionados y periodistas de las islas, a preguntarse si Ronaldo era un jugador que pudiera triunfar en la Premier. Además su físico, no le permitía chocar contra unos defensas que llegaba un momento que se hartaban de sus filigranas. Pero parece que una conversación con Ferguson lo cambió todo, Cristiano comprendió que para triunfar en la Premier, debería mejorar su físico, pero sobre todo ser mucho más directo. Horas de entrenamiento, según nos cuentan casi obsesivo, dieron sus frutos en poco tiempo. Un Cristiano mucho más fuerte, con menos acciones tribuneras y con una mentalidad más goleadora, surgió como la revelación de un Manchester, que encontraba nuevo ídolo.

    Una de las primeras decepciones en la carrera del crack de Madeira, fue la derrota en la final de la Eurocopa celebrada en su país en el 2004, Portugal se presentaba como anfitriona en la final de su Copa, con un país enloquecido. En la primera oportunidad portuguesa de conseguir un título a nivel de selecciones, un joven CR7, junto a los Figo y compañía, tenía la oportunidad de pasar a la historia lusa. Sin embargo, Grecia, con su juego rácano y con un Catennaccio como no se recuerda, acabó haciéndose con el torneo. Las lágrimas de Cristiano, eran las lágrimas de un país que perdía una oportunidad histórica. Y a día de hoy, Cristiano sigue recordando aquella oportunidad histórica, y no cesará hasta que consiga ganar un trofeo importante en una selección de la que ya hace años es capitán.

   Durante las siguientes temporadas, Cristiano explotó su faceta goleadora, cambió por completo su forma de jugar y añadió a su repertorio un golpeo de balón impresionante. Nos cuentan los que lo conocen, o han trabajado con él, que para Cristiano nunca hay descanso, su famoso tiro lejano, en el que golpea el balón con el empeine del pie, lo ha practicado durante horas y horas en las instalaciones del United. Dejó atrás las bicicletas inútiles y empezó a sacar el látigo en cuanto salía del regate. Pronto comenzaron los cantos de sirena desde Chamartín, y las consiguientes amenazas y mofas de Fergie hacia los blancos. El United se plantaba en la final de la Champions, en un duelo fratricida ante el Chelsea de Abramovich. El marco parecía incomparable para la victoria Blue, ya que se jugaba en Moscú, capital del país de su dueño. Pero Cristiano, como siempre en su carrera, fue protagonista, marcó un golazo, con un remate de cabeza ante el que nada pudo hacer Cech. Un salto espectacular, acompañado de un escorzo que enviaba el balón a la red. Pero en la tanda de penalties, Cristiano asumió la responsabilidad de lanzar el primero, y falló. Cuando el Chelsea fallaba su penalty y el Manchester volvía a reinar en Europa, Cristiano no pudo contener las lágrimas. No eran lágrimas de alegría, eran lágrimas de alivio. Porque alguien que busca tanto la perfección, no podía permitirse fallar algo tan decisivo como un penalty en la final de la Champions. Ese año Cristiano reinó, y consiguió el hasta hoy, su único Balón de Oro.

   La temporada siguiente, comenzaba de nuevo con cantos de sirena desde Chamartín, Crisitano parecía encantado con la posibilidad de coger las maletas, pero Ferguson se cerró en banda. Y Cristiano se mantuvo en United un año más. El portugués quería mantener su reinado en el fútbol europeo, pero la irrupción del Barça de Guardiola, y sobre todo la explosión de Leo Messi, unido a la derrota en la final contra el Barça en la final de Roma, ponía a Cristiano en el segundo puesto del escalafón. Y eso Cristiano no iba a tolerarlo. No podía ser segundo, y el objetivo era ir a un sitio donde podría serlo. Florentino arrancaba un nuevo mega proyecto, y el pilar que iba a sustentarlo era Cristiano, previo pago de 96 millones de euros, la cantidad más alta de la historia hasta que paguen por Bale, daban con el Madeirense en Chamartín.

    La llegada a Madrid, levantó una expectación jamás vista, el estadio se llenó solo para su presentación. La Ronaldomanía se instalaba en Madrid y en la Liga Española. El Madrid de Pellegrini, tenía un objetivo claro, frenar al superBarça de Guardiola, Cristiano pronto empezó a marcar y marcar, pero el tirón madridista solo llegó hasta la última jornada, el Barça se proclamaba campeón y continuaba con su dinastía. Las rápidas eliminaciones en Champions y Copa, pero sobre todo la sonrojante eliminatoria contra el Alcorcón. Acabó con Pellegrini en la calle. Pero con la llegada de Mourinho, Cristiano explotó definitivamente. Aunque Mourinho no vino solo, Ozil, Khedira, Di María y un sistema de juego completamente nuevo. Parecía que serían suficientes para doblegar al Barça, Cristiano lo necesitaba para volver al número uno. Pero el 5-0 del Camp Nou, auguraba un nuevo año culé. Pese a todo, Cristiano se echó al equipo a la espalda, marcó 42 goles en el campeonato doméstico, pero no valió para conseguirla. Sin embargo, en la final de Copa entre los dos colosos, un gol de Cristiano daba el título al conjunto blanco. Parecía que había alguna posibilidad de cambiar el paso. Pero las semifinales de Champions contra el Barça, llenas de polémica y declaraciones cruzadas, con el posterior título azulgrana, volvían a relegar a Cristiano a la segunda plaza del Balón de Oro. Y la cara del portugués, ya empezaba a ser un poema.

   Al año siguiente, un Madrid de récord, ganó la liga por aplastamiento, 100 puntos y 120 goles, con 46 de Cristiano que batía su propio récord, pero Messi lo volvía a superar y terminaba con la histórica cifra de 50. Parecía que ese año si, que el Madrid podía llegar a la final para alcanzar su ansiada Décima. El morbo de una final contra el Barça, que se daba por segura, se esfumó en el momento en el que de nuevo los penalties, y donde Cristiano fallaba el primero otra vez, daban el pase al Bayer de Munich y la Décima volvía a esfumarse. El Balón de Oro volvía a caer nuevamente en manos de Messi, ya eran cuatro y Cristiano ya no disimulaba su enfado. Este año el portugués volvió a marcar y marcar, siendo la cabeza visible de un Madrid que tiró la liga en febrero y que cayó en semifinales de Champions, y que para redondear el annus horribilis, perdía la final de Copa en el Berbabéu ante el Atlético de Madrid, Cristiano era expulsado y se acababa la temporada.

   Pero este año, con entrenador nuevo, y con un Cristiano muy motivado, con opciones a volver a reinar en Europa, y sobre todo asentado dentro del vestuario madridista,la temporada se presenta como la de confirmación del portugués como emblema madridista. Convertido ya en uno de los líderes del vestuario, Cristiano parece mucho más calmado, mucho más centrado y con los objetivos individuales en un plano secundario. Pero no nos olvidemos que el objetivo de Cristiano es ser el mejor, para ello necesita que lo sea su equipo, de su parte no va a quedar. Obsesionado con mejorar, obsesionado con triunfar, obsesionado con destacar, obsesionado con ser el mejor. Cristiano no pelea contra Messi, Cristiano pelea contra si mismo. Siempre piensa que puede hacerlo mejor, por ello nunca se rinde. Siempre lo intenta y lo intenta hasta que lo consigue. Veremos si este año, con todas las mejoras a su alrededor y con un Mundial en el horizonte, Cristiano puede cumplir sus objetivos.

   Sea como fuere, Cristiano, como en su película favorita, Soldado Universal, se esfuerza cada día en ser una máquina perfecta. Puede que sea el jugador más completo del mundo, el más rápido, el más fuerte, el más potente, el mejor físicamente. Pero lucha contra un gigante como Messi, que sin ser nada de lo que es Ronaldo, posee un talento superior al del portugués, un sistema de juego que se adapta a él y sobre todo un sitio en el que ha crecido. El valor de Ronaldo, es que ha llegado a un club que tenía que hacer frente al mejor equipo de la historia. Y ha marcado la friolera de 201 goles en 201 partidos. Un registro del que estoy seguro que nadie podrá ni siquiera igualar en un club grande. Es algo que nunca volveremos a ver, pero como decíamos al principio del artículo, si Ronaldo hubiera nacido en otra época no tendría rival. Pero ha coincidido con Messi, y uno de los dos va a tener que ser segundo siempre.

  Pero recuerden, Cristiano no pelea contra Messi, pelea contra sí mismo. Y cada año, parece que se va superando. El soldado universal, mejora cada día, veremos donde está su límite.

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